CRÓNICAS DEL METRO / Atraco consumado

Ñáñaras, agitación, boca seca, turbación; insólitas emociones experimentaba Pablo, después que su mente produjo la idea. Se encontraba en la fase subjetiva del llamado iter criminis. Aquel martes abordó el Metro en la terminal Pantitlán de la línea 5. Tenía un año sin encontrar trabajo.

Desempleado, recibía apoyo económico de sus padres y hermanos para subsistir. Con 27 años de edad, y sin antecedentes penales. La idea, rechazada en principio, surgió nuevamente iniciándose un proceso psíquico de pugna entre su idea y los factores de carácter moral.

En la estación Hangares, agotado el conflicto psíquico de la deliberación, el efebo tomó una resolución, aún sin trascendencia penal, pues siendo inexistente la materialización de su idea en actos o palabras, era imposible la lesión de algún interés protegido.

Resuelto bajó del tren en la estación Terminal Aérea. Se encaminó al aeropuerto capitalino. Las cámaras de video del AICM no tardaron en detectarlo: Joven de tez clara, camisa tipo polo de color azul con franjas horizontales blancas deambulando...

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