Crónicas del Metro / Apocalipsis

"¡Debemos prepararnos hermanos; el fin del mundo está cerca!", dejó escapara con voz alterada el sujeto de traje desgastado y tenis de lona cuando apenas se habían cerrado las puertas del convoy; espantando a más de uno y quitando el sueño a otros más, aquel joven de complexión sumamente delgada agitaba con frenesí un manojo de papeles que repartía a los pasajeros mientras no dejaba de advertir sobre la inminente catástrofe mundial.

"¡Ah jijo!, hasta la cruda se me quitó", comentó a su compañero de viaje un señor panzón, quien despertó al pensar que se trataba de un incendio o un asalto; subiendo el cierre de su chamarra, el bonachón sujeto se volteó hacia el lado de la ventana y continuó recuperando sus horas de sueño, ignorando la presencia del anunciador del fin del mundo.

"¡Hermanos y hermanas, no debemos confiarnos de las tentaciones de Satanás, él quiere que todos nos quedemos en el limbo de las comodidades para hacernos presa de su infierno; recuerden que el Anticristo ya nació y está esperando el momento oportuno para manifestarse, y será con los números 666 como se apoderará de este mundo plagado de guerras y enfermedades. Por eso ya está aquí el SIDA, el mal del siglo, además de las computadoras y los códigos de barras, con lo que habrán de marcarnos para el resto de nuestra existencia!", expresaba el enterado treintañero.

Pero al ver que se trataba de un predicador del Apocalipsis, los pasajeros lo etiquetaron como un vendedor, cantante o limosnero más de los que abundan en el subterráneo transporte colectivo; después de haber despegado su vista de una revista juvenil, la chica de entre 15 y 20 años vestida de colegiala continuó leyendo los pormenores del...

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