CRÓNICAS DEL METRO / Pequeño

Parecía un recorrido normal; vagoneros ofertando desde sus dulces mágicos que truenan en la boca, hasta los éxitos del momento, haraganes ocupando los asientos reservados, mujeres embarazadas o con bebés de pie, otros más sentados a sus anchas en las entradas al vagón y una pequeña aglomeración por los que iban de pie.

De repente se apagaron las luces y como si se tratara de una tormenta eléctrica, una nube de humo negro se apoderó del vagón; acompañada de un sonido como de moto Harley-Davidson el cual hizo vibrar hasta los cristales...

Con el regreso de la iluminación al tren, también llegó un aroma nauseabundo; en pocas palabras, a alguien de esta sección trasera (irónicamente) del carro, se le había caído un pedote nuclear, de esos que no se ven pero que todo lo destruyen.

Para colmo, el tren detuvo su marcha dejándonos varados en el trayecto de Auditorio-Polanco. Reacción lógica, todos los ojos cruzaban miradas, de esas que fácilmente se interpretan como un "De veras que qué poca madre", con el fin...

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