CRÓNICAS DEL METRO / Cabañuelas

Abordé el subterráneo en Balderas con dirección al Metro Insurgentes, el clima estaba en su apogeo, era como si estuviera dentro de una fundidora, me recorrí entre los usuarios para estar cerca de la ventana y tomar unas cuantas bocanadas de "aire fresco", el escaso viento que entraba por la rendija se sentía caliente, un terrorífico escalofrío sacudió el cuerpo cuando sentí la falta de oxígeno y la sensación de que me estaba asfixiando dentro del convoy, por poco y me paniqueo, pero un señor que iba vestido de traje distrajo el drama mental cuando vi cómo el agua salada le escurría por los poros, parecía regadera, transpiraba.

Gracias a Dios me libré de aquel infierno, salí a la superficie con vida, estaba sofocada, busqué un lugar para sentarme en la Glorieta de Insurgentes y "respirar aire puro ", de repente una ama de casa se dirigió a mí; dijo que vivía en la Colonia Escandón, que los fines de semana los aprovecha para ir al súper pero que cree que me pasó el sábado antes de salir de su pobre casa, comentó que se había asustado porque se oía un ruido...

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