Crónicas desde mi cama / La vida fácil

Cuando alguien le dice a mi oficio "la vida fácil" pienso en Ale. Ella es de Guadalajara, la conocí en la agencia donde trabajaba mi prima Lulú. Para ella la vida ha sido todo menos fácil, ciertamente ahora que putea está ganando dinero rápido, pero de allí a que eso le haga grata o fácil la vida hay una diferencia estratosférica. Alejandra tiene diecinueve años, piel blanca, ojos tapatíos, cabello negro, cuerpo riquísimo y el rostro más dulce que alguien pueda tener. Sus clientes siempre salen contentos, por lo que es de suponer que además coge rico y es buena conversando. Siempre está sonriendo (aunque la acabe de mear un perro) y nunca la escuchas hablar mal de nadie.

Tiene un alma limpia de rencores. Perdonó a su tío Miguel, ese que, cuando ella tenía once años, se metía a su cama para hacerle cosquillas, meterle su cosa o pedirle que se la chupara. Después de todo, el pobre tío pagó sus culpas cuando lo cacharon con otra niñita y lo metieron al bote. Dicen que allí lo violaron tantas veces que hasta tornarse un pedo le dolía ¿Cómo odiar a un tipo que ya pagó? Tampoco odia a sus hermanos, que se juntaban para pegarle porque ella había salido más bonita que ellos, ni a su mamá que a cada rato le ponía unas madrizas tipo no me olvides. No considera injusto que llegado el momento le hayan dicho que dejara de estudiar y se pusiera a trabajar, después de todo, el dinero hacía falta y ella no era pa' la escuela.

Podría decirse que su extraordinaria belleza es lo único con lo que la vida le compensó tanta fregadera, pero a decir verdad, cuando se es muy bonita y se crece en un barrio tan del nabo como en el que tocó crecer, una chica lidia más con su belleza de lo que disfruta de ella. No falta quien quiera pasarse de lanza. Por eso entiende cuando en aquella oficina, el "arqui" a huevo quería meterle mano y la corrió cuando vio que ella no se las iba a dar así nomás por ese miserable sueldo, tampoco hace dramas por la chamba en la hamburguesería donde una noche, cuando salió ya bien tarde, la apañaron unos culeros, la metieron a una construcción y la violaron una y otra vez. Tampoco se deprime por la temporada en que se juntaron las deudas en la casa y no había con qué pagar la renta. Después de todo, don Agus, el casero, se portó gente y les perdonó unos meses a cambio de que ella se la chupara en la bodeguita de su negocio. Pero eso sí, tenía que ser bien chupada o no había trato, así que era hasta comérselos. Buen hombre y comprensivo ese...

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