Crónicas desde mi cama / Made in Japan

Mostrarle a D lo que he escrito en el periódico fue como regalarle a un niño un juguete nuevo. La última vez que había estado con un güey tan clavado en una cosa como esa fue con un ex cuando estrenó su Play Station. No podía creer que el muy cabrón, teniéndome a mí entibiando sus sábanas, prefiriera estar picándole los botoncitos a un control remoto. Creo que esa es la razón por la que algunas chavas odiamos los videojuegos: son capaces de hacernos prescindibles. Me cae que hay tipos a los que si les preguntas cómo llamarían a un videojuego con vagina, te responden que su media naranja. Con D no me molestó que se clavara en la lectura porque, en todo caso, se estaba embobando conmigo o al menos con las cosas que he escrito.

Estaba encantado. Cuando se cansó de leer mi colección de ejemplares del periódico, se animó a conocer mi Blog en internet. Casi no hablaba, nomás leía como enajenado sin, al menos, hacer algún comentario para bien o para mal sobre lo que estaba leyendo. Comencé a ponerme nerviosa, afortunadamente esa tarde yo tenía una cita impostergable.

Mientras mi galán escudriñaba en las carpetas de mi computadora leyendo todo cuanto he publicado en internet y en el periódico, yo decidí seguir con mi vida. Me di un baño, me maquillé, me alacié el cabello y me vestí. Antes de salir me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. Él sonrió y continuó leyendo.

Esa tarde tenía el compromiso de ver a Hiro, un cliente japonés obsesionado con mi supuesto look de lolita. Según él, parezco personaje de un "manga" (Esos comics que hacen su tierra, con chavitas exuberantes y de ojos enormes que, a pesar de ser muñequitas dibujadas onda Candy Candy o Dragon Ball, parecen listas pa' venderse en un congal). A él le late mucho esa onda, y dice que coger conmigo, es como coger con una de esas monitas de caricatura. Al principio me ofendí, pero cuando vi que a las monitas las dibujaban más buenas que Barbara Mori, hasta me sentí halagada.

Siempre lo veo en hoteles de cinco estrellas. Vive en Chicago, pero viene a México una o dos veces al mes para atender asuntos de negocios. Trabaja para una transnacional y siempre que se entera de que lo van a mandar para acá, lo primero que hace es llamarme. Acostumbra contratarme por varias horas y paga bien, así que atenderlo resulta muy buen negocio, por eso es de los que, aun retirada, tienen el número de mi celular. No habla un carajo de español y mi inglés de academia patito, no da mucho más que el...

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