Crónicas desde mi cama / Lo candente

Hace un rato, estaba acostada pensando qué escribir. Sentía cosquillitas entre las piernas y la presencia de un duendecillo disoluto animando mis fantasías, así que me dieron ganas de contar algún relato con candela, de esos que hacen que la sangre suba de temperatura y los chones hagan charco. Yo no sé qué diablos harán otros para inspirarse, pero lo que es yo, para que las musas conquisten mis corrompidas neuronas, tengo que seducir mis más bajos instintos. Ponerme zorrita, como diría mi prima. Así que abrí una botella de tinto, me serví una copa, la bebí a sorbos lentos, saqué a Hércules del tercer cajón a la derecha, me quité la ropa, prendí la tele y puse en mi DVD la película que tenía más a la mano. Se llamaba "El amigo caliente de mi hermana".

Para no hacérselas larga (la historia, claro), es de esas películas que no se tratan de nada más que de darte el pretexto para consentir tus genitales. Empieza con una escena en donde está una niña muy guapa, acostada en un sofá y viendo la tele sola. De pronto entra un cabrón con una máscara de halloween y la chavita pega un brinco del susto. El barbaján se quita la máscara y resulta que es un amigo de la carnala de la güerita. Él se acuesta en el sillón dónde la rubia veía la tele y, mientras conversan, empieza a fajársela, así nomás, sin pedir siquiera permiso, como si sus piernas estuvieran de oferta y dando pruebas gratis. Le sobaba por aquí y por allá, mientras ella se dejaba consentir con una sonrisota de oreja a oreja (como en toda buena película porno). Supuestamente, desde luego, el bribón a quien se tiraba era a la hermana, pero como vio muy solita a la que veía la tele, pues no la dejó pa' comadre.

A los pocos segundos, y sin que la nena opusiera la menor resistencia, las caricias se volvieron besos y las manos que se agasajaban en sus muslos terminan quitándole los chones. En un santiamén el suertudo tiene en sus labios las jóvenes pero bien vulcanizadas tetas de la actriz (Se veían ricos sus pezones). Él se las come con tanto entusiasmo, que parece decidido a volver a criarse en ellas. Unos minutos después la morrita se arrodilla y, como si buscara el fondo de sus anginas, engulle el enorme miembro del actor (quien, por cierto, la tiene muy bonita). Entre toma y toma la chavita ve a la cámara con mirada traviesa y ojitos llorosos, como retando a quien esté viéndola comerse tremendo pito. Da lengüetazos en los testículos, se lo mordisquea como si fuera un elotito tierno y luego...

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