Crónicas desde mi cama / Por amor (parte 2)

El martes compartí la primera parte de una historia perturbadora que me hizo llegar Humberto, uno de sus protagonistas, quien teniendo más de 35 años conoció en un putero a Mayra, una bellísima prostituta de catorce años. Al oír su edad y su historia se enterneció tanto que no sólo pagó sólo por platicar con ella, sino que la sacó de trabajar y la invitó a vivir con él. Le dio techo, vestido, alimentos, educación, y todo lo que ella necesitaba. Humberto se enamoró de Mayra, pero como era menor de edad, decidió cuidarle su inocencia, hasta que bueno, lo que sigue mejor lo cuento con sus palabras: "Por un tiempo pensé que Mayra había aceptado vivir conmigo porque le resultaba un trato conveniente. La verdad le cagaba putear, se ponía muy nerviosa cada vez que tenía tirarse a un desconocido, le sacaba cañón a las enfermedades o a que la lastimaran y odiaba que la besaran en los labios. Cuando cogía con un cliente, abría las piernas y pensaba en otra cosa, se deslindaba. Me encantó instalarla en mi casa, me gustaba mucho y verla todos los días me deleitaba, pero estaba decidido a darle una vida distinta; a no tratarla como puta y mejor ayudar a que le trabajara el olvido. Sacarla del talón para cogérmela en casa habría sido una súper gandayada, yo quería era hacer las cosas bien, que ella cambiara su vida, tuviera otras oportunidades, estudiara, se sintiera cómoda, en su casa, sin más pedos que los de cualquier chavita de catorce.

No vivíamos onda de papá e hija, por como nos conocimos, vivimos más como cuates o cómplices. Nos hacíamos compañía, nos consentíamos y nos agarramos mucho cariño. Yo, de plano, me enamoré como chamaco, por más que mi promesa de no coger con ella fuera absolutamente firme, eso no evitaba que el deseo me asaltara cuando esa bellísima señorita caminaba frente a mí apenas en calzoncitos, cuando se me quedaba viendo con sus ojitos azules y su carita blanca recién lavada, cuando nos acostábamos a ver la tele, cuando notaba como le iba creciendo un pequeño busto como fruta en temporada, o las formas de su cuerpo comenzaban a acentuarse y se le formaban unas nalguitas firmes y redondas con piel tersa como cáscara de durazno. No podía evitar emocionarme cuando, feliz por el regalo, me modelaba la ropita que le compraba cada que podía.

En la escuela le estaba yendo muy bien, se hizo de buenos amigos y amigas y muy pronto olvidó los días...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR