Cristina Alcayaga/ Diálogo y acción colectiva

AutorCristina Alcayaga

El diálogo de los partidos con la sociedad civil no es un tema más en la agenda pública ni mucho menos una cuestión que inexorablemente deba suceder. Por el contrario, es un imperativo actual de legitimidad, capacidad gubernativa y, más al extremo, de gobernabilidad democrática.

Entiéndase el punto: "la necesidad no es madre de la virtud". El diálogo es necesario, pero igual puede no suceder. En este entendido se funda el esfuerzo plural, abierto, al que la CNOP convoca a exponentes representativos de los partidos políticos, las asociaciones civiles y las empresas.

La convocatoria tiene lugar en una coyuntura nacional muy importante: las vivencias primeras que emanan de la coincidencia entre la consolidación democrática del régimen político y la alternancia en el poder presidencial.

Pero, desde luego, ancla en situaciones estructurales que han venido cobrando carta de naturalidad en el mundo de la política: la crisis de los partidos y de la representación política, el desplazamiento de los puntos de gravedad de la producción de la legitimidad, los problemas crecientes de los gobiernos para resolver los problemas públicos y, desde luego, los déficit de gobernabilidad.

Los síntomas de que la política ha ganado en complejidad funcional y que, por contraparte, los actores políticos y no-políticos han quedado un tanto rezagados son múltiples:

El argumento de que "se actuó conforme a la ley" dejó de tener el peso legitimador que antes tenía: el público, sí, demanda legalidad, pero también eficacia y eficiencia.

La agenda pública, receptáculo de los temas que a la sociedad preocupan, exhibe una brecha creciente con las agendas de gobierno, receptáculo de lo que a los políticos interesa y preocupa.

La brecha entre temas representativos y ejercicio de la representación política no sólo desalienta al público sino también a los representantes políticos; también alimenta la desconfianza recíproca y nulifica las probabilidades de instauración de circuitos de diálogo. Se trata de un círculo vicioso que gesta desentendimiento, inhibe la legitimidad y el consenso y, desde luego, debilita el potencial transformador de la política.

Al síndrome que constituyen los señalados síntomas, y otros más, suele denominársele "ingobernabilidad".

Las soluciones posibles no están en manos de alguien en lo particular, ni siquiera de los partidos políticos. Se trata de un desafío colectivo que llama a la corresponsabilidad y que invoca al diálogo.

La política-mundo

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