La cristalización de un discurso universal de derechos humanos: su ampliación, desplome y resurgimiento

AutorLuis Roniger
Páginas73-128
LA CRISTALIZACIÓN DE UN DISCURSO
UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS: SU
AMPLIACIÓN, DESPLOME Y RESURGIMIENTO
LA CRISTALIZACIÓN DE UN DISCURSO UNIVERSAL DE
DERECHOS HUMANOS
Ya en el siglo XIX existieron movimientos reformistas e iniciativas
individuales destinados a proteger los derechos de personas externas al
grupo de pertenencia de los activistas. Ante todo, lo vemos en la
extraordinaria labor de quienes —ya sea por un sentimiento de condena
moral o religiosa— se movilizaron para lograr terminar con la trata de
esclavos. Logrando que Inglaterra, que dominaba los mares, prohibiera a
mediados del siglo XIX el traslado ultramarino de esclavos, los reformistas
consiguieron crear las condiciones para que la economía se moviera para
emplear trabajadores contratados y eventualmente libres. Brasil, que fue
uno de los primeros destinos del esclavismo y el último país en declarar la
emancipación completa de los esclavos en 1888, cerraría la larga lista de
países que abolieron el sistema, comenzando por aquellos que los liberaron
durante las guerras de la independencia.
Otro ámbito de activismo fue el desplegado en torno al espíritu de caridad
universal y de ‘servicio a la humanidad’, que llevó a muchas personas a
tratar de mitigar la pobreza de amplios sectores de la población tras la
industrialización. Surgieron así organizaciones como el Ejército de
Salvación, los padres Paulistas y otras orientadas a proveer casa y comida,
cuidado para madres e infantes y servicios sociales, e intentar reducir la
incidencia del crimen y la prisión en las clases populares. Junto con los
experimentos utopistas, los movimientos sindicales y políticos bregaron por
los derechos sociales y económicos, aunque difirieron en los objetivos y los
mecanismos de acción. Un tercer modo de acción fue impulsado por
Florence Nightingale y otras enfermeras durante la Guerra de Crimea o el
ginebrino J. Henry Dunant quien, al estar como turista, presenció
inesperadamente el saldo de miles de muertos y heridos abandonados a su
suerte en el campo de batalla de Solferino (1859), entre tropas
francoitalianas y austriacas. Atormentado por la agonía de los heridos
desangrándose, Dunant escribió una emotiva memoria y movilizó Estados y
a la opinión pública hasta lograr convenir conferencias internacionales en
Ginebra en 1863 y al año siguiente, con la participación de representantes
de 16 estados, que acordaron una primera convención para aliviar la
condición de los heridos de los ejércitos en campaña (1864). Predicando la
inmunidad y neutralidad de los hospitales de campaña y su personal, y el
tratamiento de todo herido sin distinción de nacionalidad, permitió la
creación de la Cruz Roja Internacional. Vale decir, ya en el siglo XIX, desde
diferentes sectores surgieron iniciativas que irían cristalizando el respeto
por los derechos individuales, indistintamente de la pertenencia nacional, de
clase o de situación civil.
En el siglo XX, la Liga de Naciones, predecesora de las Naciones Unidas,
logró establecer la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1919 y
crear mecanismos de reducción de la trata de mujeres. Con todo, fue
mayormente inefectiva en promover la idea de la igualdad de las personas,
lo que entonces se tildaba de ‘igualdad de razas’. Un proyecto introducido
por los japoneses no logró progresar frente a la posición de naciones
occidentales imbuidas de racismo y actitudes despectivas frente a naciones
‘de color’. Sin embargo, la Liga de Naciones constituyó un importante foro
internacional de encuentros y discusiones en las que todos los países latino‐
americanos participaron en algún momento entre 1920 y 1946, encontrando
puntos de acuerdo y un marco de posible resistencia y formación de un
bloque de naciones ante amenazas europeas (por ejemplo, en Venezuela) y
las políticas de Estados Unidos en el hemisferio occidental, evidentes a
partir de la Guerra con España y la ocupación de Cuba y Puerto Rico en
1898.
En las conferencias organizadas en el marco de la Unión Panamericana
liderada por Washington, los países latino americanos intentaron promover
políticas de no intervención que chocaron con la voluntad norteamericana
de ‘imponer orden’ usando a los Marines en Haití, Nicaragua o la República
Dominicana. En la década de 1930 Estados Unidos cambió su política
hemisférica, adoptando la así llamada ‘política del buen vecino’ durante el
gobierno del presidente Franklin Delano Roosevelt y firmó el Protocolo de
No Intervención en la conferencia interamericana que tuvo lugar en Buenos
Aires en 1936. Las siguientes conferencias de Estados americanos
discutieron la temática de derechos humanos y la cuestión de escenarios
posibles de guerra. En 1938, por ejemplo, la octava conferencia adoptó una
resolución que conectaba el principio liberal de igualdad ante la ley con el
principio de no discriminación o persecución por raza o religión,
recomendando a los países participantes que coordinaran políticas
migratorias que no discriminaran por nacionalidad, credo o raza y que se
basaran en los ideales de fraternidad, paz y concordia. De manera similar, el
que cada país tuviera un voto de igual peso en la OIT posibilitó que los
estados latino americanos, por ejemplo Argentina, México y Brasil, que eran
miembros del comité ejecutivo, tuvieran un importante papel en cuestiones
de trabajo y migración, luchando contra la discriminación de sus
ciudadanos. En tales foros y encuentros se formó una comunidad de
discurso, fueron surgiendo normativas que ganaron validez y se adoptaron
principios que orientarían o al menos afectarían a las políticas de los
Estados.
Ello no impidió que, en el corto plazo, distintos países siguieran
discriminando con base en criterios racistas, lo cual se hizo evidente en la
mencionada renuencia de muchos Estados latino americanos a recibir a
refugiados judíos que huían de la barbarie nazi en Europa. Asimismo, hubo
situaciones específicas de discriminación a partir de políticas de Estado. Por

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