De política y cosas peores / Vaticinio

Meñico Maldotado y su flamante esposa Pirulina llegaron al hotel donde iban a pasar su noche de bodas. Les preguntó el encargado: "¿Quieren cama king size?" "Sí -se adelantó a responder Pirulina-. Que al menos eso sea de buen tamaño"... El golfista hizo su tiro. La pelota salió del campo, llegó hasta la calle, pegó en un autobús del transporte urbano y en el rebote volvió a entrar y cayó en el hoyo. Su compañero de juego quedó estupefacto. "¿Cómo pudo pasar eso?" -exclamó estupefacto. "Es fácil -respondió el otro con aire indiferente-. Cuestión de conocer el horario del autobús"... No gusto de vestir clámide de arúspice, sobre todo porque no sé qué diablos quiere decir "clámide" ni qué chingaos significa "arúspice". Temo hacer profecías, pues siempre que vaticino algo me sucede lo peor que a un augur le puede acontecer: mi predicción se cumple. Y vaya que no profetizo con base en análisis sesudos o sólidos razonamientos: mis augurios se fincan en la intuición, considerada patrimonio exclusivo del sexo femenino. Los varones deberíamos reivindicarla como parte de la lucha del hombre por lograr su empoderamiento frente a la dominación de la mujer, que además detenta el monopolio de las lágrimas y del color de rosa. A lo que voy es a hacer un vaticinio: intuyo que la creación del Instituto Nacional Electoral es ya un hecho consumado. Lejos de mí la temeraria idea de ser agorador de males, pero pienso que los consejos o institutos electorales de los estados pueden darse por desaparecidos. Esto, señores y señoras, es cosa de dinero. (¿No lo son en el fondo casi todas?). El presidente Peña Nieto necesita dinero (¿acaso no lo necesitamos casi todos?), y a efecto de conseguirlo debe ganarse el voto de los partidos de la oposición si quiere sacar adelante su reformas principales: la energética y la fiscal. Con tal propósito obsequiará sin vacilar la demanda de los partidos, que piden la creación de ese instituto federal y la desaparición de los organismos estatales, a los que suponen sometidos al arbitrio de los gobernadores. Razón no les falta al pensar eso. Durante los dos sexenios panistas se debilitó el poder presidencial, y los estados se volvieron feudos en los...

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