Correspondencia 1910

AutorFrancisco I. Madero
Páginas43-102
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San Pedro, Coah., enero 28, 1910.
Sr. Lic. Emilio Vázquez1
Presidente del Centro Antirreeleccionista de México
México, D. F.
e regreso de mi gran gira política por los estados de Que-
rétaro, Jalisco, Colima, Sonora, Chihuahua, tengo la sa-
tisfacción de comunicarle en seguida el resultado de mi viaje.
En Querétaro no tropezamos con ninguna clase de dificul -
tades por parte de las autoridades, pero parece que la actividad
democrática no ha invadido aún aquel Estado, pues no notamos
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1Emilio Vázquez Gómez (1858-1926). Abogado y político mexicano. Fue
un antirreeleccionista convencido, criticó severamente a Porfirio Díaz
des de la década de 1880. Colaboró con algunos periódicos de oposición
como El Tiempo y el Diario del Hogar, hablando siempre a favor de la alter -
na bilidad en el poder y el respeto del sufragio popular. Desde 1906 en-
tabló relaciones con Francisco I. Madero. Junto con él, Paulino
Martínez, Luis Cabrera, Roque Estrada y otros, fundó en mayo de 1909
el Centro Antirreelec cionista de México, del cual fue presidente. Fue
secre tario de Gobernación en 1911 durante el gobierno de Francisco León
de la Barra.
el mismo entusiasmo en el pueblo, que, en general, no parece
darse cuenta del movimiento democrático que principia a agi-
tar a la República. A pesar de esto, el mitin que dimos estuvo
bastante concurrido, notándose que predominaba el entu -
siasmo intelectual, el cual sí ha acogido con entusiasmo nues-
tras ideas en aquel Estado.
En Guadalajara sí tropezamos con algunas dificultades, las
cuales fueron vencidas fácilmente, porque afortunadamente
el coronel Ahumada se comportó con nosotros con franqueza
—ruda si se quiere, pero mil veces preferible a los hipócritas ma -
nejos con que hemos tropezado en otras partes—, y, sobre todo,
debido al entusiasmo y entereza del pueblo tapatío.
Desde que llegamos a Guadalajara, el coronel Ahumada
me mandó como emisario al secretario de la jefatura políti -
ca para suplicarme que no celebrase mitin en Guadalajara y
a la vez me mandaba prevenir que, si insistía en celebrar
el mi tin, me haría responsable de cualquier disturbio que
ocurrie se. Manifesté a dicho funcionario que me era imposi -
ble obsequiar sus deseos, puesto que mi firme propósito era
celebrar una reunión pública; que con tal objeto había em-
prendido mi viaje para recorrer varios estados de la Repú-
blica y que estaba dispuesto a no salir de Guadalajara hasta
no llevar adelante mi idea. Que si él deseaba hacerme respon -
sable de faltas que yo no cometiese, que podía obrar como
gustase, pero que yo insistía en ejercer un derecho que consi -
deraba inviolable.
Loa miembros del Club Antirreeleccionista Valentín Gó -
mez Farías se ocuparon con gran actividad en conseguir local
para la celebración de dicho mitin, para lo cual tropezamos con
grandes dificultades, porque todos los dueños de teatros y
de locales que podríamos utilizar habían sido amenazados de
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sufrir serios prejuicios si nos los rentaban o prestaban. Al fin
conseguimos un mesón a orillas de la población, pagando un
mes de renta adelantado. Inmediatamente llevé a la jefatura
política el aviso […].
El jefe político me manifestó que tenía orden del Sr. Ahu-
mada de impedirme la reunión. Yo protesté contra esa viola-
ción de nuestros derechos, pero antes de llevar adelante la
reunión como pensaba hacerlo, quise agotar todos los medios
conciliadores y convine en tener conferencia con el Sr. gober -
nador para tratar este asunto. El Sr. gobernador, a quien no
pude encontrar la misma noche del sábado, me mandó a de -
cir que me esperaba en el Palacio al día siguiente, domingo,
entre 11 y 12 del día. Aunque esta demora me desconcertaba
bastante para mis proyectos, en atención a la franqueza y leal -
tad con que había obrado con nosotros el Sr. gobernador,
resolví esperar el resultado de mi conferencia con él. Fui al
Palacio de Gobierno pocos minutos antes de la hora que él
me indicó. Como todo el pueblo de Guadalajara estaba an-
sioso por saber en dónde se celebraría el mitin, de pronto
se formó una gran aglomeración de gente que estuvo acla-
mando y victoreando a nuestro partido. Esperé hasta las 12
y 5 minutos, y viendo que no llegaba el Sr. Ahumada, me re-
tiré al hotel. Una inmensa multitud iba tras de mí, en vista
de lo cual, resolví dirigirles unas cuantas palabras desde los
balcones del hotel. La multitud aglomerada se ha estimado
en 5 o 6 mil personas.
Concurrió también alguna fuerza de gendarmería, pero,
como vi que permanecían en una situación expectante, quise
aprovechar esa oportunidad tan propicia para celebrar el
mitin que deseaba, el cual se verificó con grande éxito, debido
principalmente al entusiasmo y a la serena actitud del pueblo

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