Corazones y Angeles Clausuran el FCH

AutorSergio Raúl López

Una vez que el sol fue engullido por el horizonte, y contra lo que ocurre cotidianamente, la iluminación artificial de la Catedral Metropolitana no se activó. El monumento colonial, de cantera y hierro forjado, mostró distintas partes de su estructura, de diferentes colores y profundidades.

La ópera luminográfica Nexo Corazón, del argentino Jorge Orta, se apropió del recinto la noche del sábado y le cambió la faz. De 20:00 a 21:00 horas, las paredes y las torres de la Catedral aparecieron pintadas de suaves tonos azules y violetas, y luego por rojos y naranjas encendidos, que se volverían blanco y amarillo brillante.

Los pinceles que Orta y su equipo emplearon fueron cientos de reflectores de luz -cañones- con micas de distintos colores, y ocho grandes proyectores de imágenes dibujaron sobre los edificios circundantes distintas variaciones sobre el tema del corazón, principal icono de referencia de la ópera.

Adiós a las palabras. La clausura de la edición 17 del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México fue hecha con luces y sonidos, con discursos de imágenes y de música, prescindiendo de lo hablado.

En su lugar desfilaron dos centenares de figuras, proyectadas sobre las paredes con colores artificiales, girando y avanzando con lentitud. Dos símbolos se repitieron con particular insistencia: el corazón y los ángeles. El corazón, como hilo conductor del proyecto, apareció con insistencia a lo largo de la obra; a veces simulando un grabado de madera, otras con trazos naive, de manera realista, e incluso fabricado con ollas de barro negro.

Los ángeles, aunque surgieron de manera también continua, sólo asumieron dos formas: rechonchos querubines los unos, y adultos los otros, de líneas simples, tomados del logotipo de la presente edición del festival.

Otras formas emanaban ocasionalmente de los proyectores. Tres pistolas de colores que pasearon no sólo por la Catedral, sino por los edificios de la calle de Monte de Piedad e incluso por el Palacio Nacional. Una brújula se posó justo abajo del reloj de la Catedral, buscando algún norte. Los pulsos rojos de un electrocardiograma aceleraron los ritmos cardiacos.

Un par de zapatos antiguos dejaron su huella en la cantera. Un grifo apareció justo cuando se escuchaba agua corriente. Tubos de drenaje y un cinturón de seguridad se pasearon también. Una gran Virgen de Guadalupe cambió su aureola por figuras psicodélicas.

Pero las figuras no aparecieron con la precisión deseada. Contra lo...

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