COORDENADAS / O el rescate o el desastre

AutorEnrique Quintana

Quizá antes del discurso de Bush el miércoles por la noche había ciertos márgenes de maniobra. Luego de él, no queda casi ninguno.

Que la reforma petrolera no logre prosperar porque predominan los intereses electoreros de los partidos sobre los intereses superiores de la Nación es algo que se explica en un país con el subdesarrollo político que tiene México.

Pero que la sobrevivencia de la economía norteamericana esté en tela de juicio porque los líderes del Congreso y los candidatos presidenciales no tienen capacidad para ponerse de acuerdo es algo que resulta inconcebible.

El funcionamiento de la economía responde, en una buena medida, a factores subjetivos.

Desde hace por lo menos 80 años, en la era de Keynes, se sabe que el ánimo y las emociones de los inversionistas y consumidores determinan en buena medida la marcha de la economía.

El miércoles por la noche, George W. Bush se jugó su resto. Anticipó un pánico financiero si el próximo lunes los factores de poder real en Estados Unidos no llegan a un acuerdo en el rescate que necesita el sistema financiero.

Nadie sabrá si, aun sin el discurso de Bush, el ánimo de los norteamericanos estaría como hoy está. Pero ya es irrelevante la respuesta.

El hecho es que si para la apertura de los mercados el próximo lunes no tenemos un acuerdo de los dos partidos y los dos candidatos, nos amenazaría un cataclismo económico que nadie sabe bien a bien hasta dónde podría llegar, porque nunca ha sucedido en un mundo globalizado.

La disyuntiva planteada por el Presidente de Estados Unidos es o el rescate o el desastre.

Y nadie dejaría su dinero en la Bolsa o en los bancos para verificar si el Presidente de Estados Unidos tenía o no razón.

De modo que el lunes tendríamos la amenaza de un apocalipsis financiero.

Lo que le digo parece de ficción. De hecho, prácticamente muy pocos de los que estamos vivos pueden dar cuenta de una situación como la de 1929 y sus secuelas. Esa es la referencia.

Pero, aun lo que ocurrió entonces con el sistema financiero quedaría minimizado frente al escenario de catástrofe que podría ocurrir.

Si una corrida financiera propiciada por la propia amenaza de Bush se produjera, no quedaría ningún banco estadounidense en pie.

Y, si así fuera, no quedaría ningún banco importante de los países capitalistas funcionando razonablemente.

Sería una especie de holocausto nuclear en el terreno financiero.

Insisto, parece de pura ficción. Pero el problema es que se trata ni más ni menos que de...

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