Coordenadas / El otro lado de la competitividad

AutorEnrique Quintana

Cuando se habla de competitividad y de la carencia de ella en México, frecuentemente pensamos en temas como el costo de la energía, la excesiva regulación o los altos impuestos.

Si vemos las cosas más despacio, sin embargo, encontramos que hay otro conjunto de factores que podrían incidir en mayor medida en la competitividad y que tienen que ver con nuestra cultura y forma de ser.

A continuación le presento algunos casos a manera de ejemplo pues la muestra puede alargarse mucho más.

El valor mexicano. Este atributo va en lugar de la valentía, en la que hay la determinación de hacer frente al peligro, estando consciente de él y haciendo acopio de fuerzas y talento. Cuando decimos, por ejemplo, que alguien cruza la calle a "valor mexicano" nos referimos a que lo hace prácticamente con los ojos cerrados y sin medir el peligro. Este atributo está más asociado a la imprudencia y a la falta de conciencia de los riesgos que a la valentía.

La puntualidad mexicana. Es la que se usa en las invitaciones a bodas y bautizos. Cuando se indica a los concurrentes que deben llegar a las 13:00 horas, en realidad se espera que la ceremonia esté comenzando a las 14:00 horas, tomando en cuenta la media hora de retraso "natural" y otra media hora para el cotorreo previo. Si usted hecha en cara a un amigo suyo que llegó tarde 10 a 15 minutos a una comida -por ejemplo- podría hasta ofenderse pues se considera en México que alguien es puntual cuando no llega más de 15 minutos tarde y no cuando llega a tiempo. Vaya, hasta en los contratos colectivos de trabajo se refleja este hecho, cuando se introducen los bonos por puntualidad. Imagínese, se premia simplemente por cumplir el horario estipulado en el contrato y además se da una tolerancia de 10 minutos.

La simplificación administrativa. Esta cualidad se hizo famosa desde el sexenio de Miguel de la Madrid en el que se introdujeron dos campañas. ¿Se acuerda? Una de ellas tenía que ver con la renovación moral y la otra con la simplificación administrativa. En las oficinas públicas se tomaba el asunto a chunga y se le preguntaba al ciudadano que se acercaba para realizar un trámite. ¿Cómo lo quiere? ¿Con renovación moral o con simplificación administrativa? Y, no fuera a pensar el ingenuo que se trataba realmente de hacer más simples las cosas, sino de aceitar la maquinaria burocrática con un poco de lubricante monetario para que los permisos, licencias, concesiones, o lo que fuera, salieran con rapidez. Y, si lo pedía...

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