Cony Delantal / Voto por el pan

AutorCony Delantal

No creas que es proselitismo, te estoy hablando del que elaboran en un lugarcito que descubrí con el nombre de La Bottega, en una diminuta esquinita del viejo San Pedro, que no detecta ni el Google Earth, por la calle Libertad, esquina con Morelos, frente al Museo El Centenario, en la mera plaza del casco.

¿Quién dice que no sólo de pan vive el hombre? Yo con el que probé aquí me puedo pasar esta vida y la que sigue. Ya nomás dame un arpa, unos laureles y tres tallas menos, y es todo lo que ocupo para sentirme en el paraíso.

Qué rico pan, ¡celestial! ¿Y a quién crees que pesqué ahí con las manos en la masa? ¡A Marino Palma! Aquel chef italiano al que se importó su cibernovia a tierras regias por mandato matrimonial y aquí nos cautivó a todas con sus delicias y sus pericias mientras cocinó para los restaurantes Arlecchino y L'Incontro.

Luego sacó doctorado y estrellita en la frente en técnicas de amasijo y éxtasis panadero en la escuela de Roccatti y finalmente helo aquí, fabricando hogazas artesanales en un recóndito rincón de San Pedro.

Marino comparte su aventura con Ernesto su socio, un primor en su trato, pero como que ya no trae balatas en el vocabulario, porque se arranca hablando como tarabilla y ni quién lo frene.

Cositas los dos, no se conforman con ser la panadería del barrio, también se sienten restaurante, pero no les caben ni las intenciones en su micrositio. Apenas libran la honra con unas 4 mesitas de fino plástico cocacolero y un bañito en formato aerolínea de bajo costo.

Pero mi marido asegura que el tamaño no importa, así es que vamos a darle por su lado y a pensar que el sabor compensa.

Su menú es de pizzas y paninis, lo demás ya no entró ni con calzador, y la estrella sigue siendo el pan, buenísimo. Ésta no es una pizza normal; prefieres dejar el salami que las orillas.

Igualmente sucede con los paninis, por dentro son tan comunes como el helado de vainilla, pero por fuera ¡mamma mía, te deschavetas con la ciabatta!

Está brutal para llevarte el pan recién horneado, si quieres la torta completa, a disfrutarla en tu propia casa con una copita de vino, viendo una peli romántica y a tu marido de reojo, no para coquetearle, sino para volarle su torta en un descuido.

Pero eso sólo sucede en la comodidad de tu hogar, porque La Bottega no ofrece sustentabilidad, ya no digas para echarle una pizcacha de romance, nomás para librar la cena sin que te diagnostiquen depresión clínica.

Yo venía de ver la obra Misery y te la aguanté...

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