Cony Delantal / Una noche en el museo...

AutorCony Delantal

¡Viejos los cerros!... Ah, y también la Galería del Gourmet.

...Yo pensé que ahora que había regresado Diego a retomar su restaurante de toda la vida, algo en él habría evolucionado, algo, cualquier cosita, un esbozo de cambio, un asomo de modernidad francesa, digo, aunque sea una reacomodada de muebles, pero, ¡nada!, el restaurante sigue igualito a como lo dejó Luis XV desde las épocas del Barroco, y ahora volvió únicamente con el plumero a quitar telarañas.

Estoy de acuerdo en que la decoración obedece a un estilo afrancesado que así es, muy clásico, pero te juro que algo necesita esta Galería para volverle a llamar la atención a los regios, porque esos muebles y esos candiles deprimen. Ya nomás los ves en los museos de París y en la casa de mi suegra.

Si Diego Ortiz quiere realmente resucitar su Galería, después de que la dejó en manos de un casino (que simplemente ya no le apostó ni un cinco), necesita buscarse un buen arquitecto y un diseñador creativo (que no sean de la corte del Rey Arturo) para darle más frescura a todo el concepto, desde la ambientación hasta el propio menú, porque ya se sienten anquilosados, por no decir apolillados.

Aquí todos hemos ido rejuveneciendo, actualizándonos, refinando los gustos, y en esa misma tónica hay restaurantes muy franceses que siguen esas tendencias, como el nuevo Lipp que llegó al JW Marriott del D.F., directo desde París. Irónicamente, presume que data desde 1880, y su arquitectura no deja de ser clásica, pero está adecuada a los gustos de hoy, aprovechando la tecnología actual de la iluminación y la mezcla de elementos contemporáneos. Y no te vayas tan lejos, aquí sucede eso mismo con nuestro Bardot de la Plaza 401, que tiene una atractiva decoración que entrelaza el romanticismo francés con la modernidad de nuestros días.

Si esta Galería del Gourmet tuviera tanta gente como la que llega a las maquinitas de arriba, no te digo nada, pero mi marido y yo fuimos entre semana con unos compadres a redescubrirla y, ¡ay nanita!, ahí espantan.

Haz de cuenta que verdaderamente entramos a una galería, pero después de que cerraron el paseo. Sola, sombría, callada, con el blanco piano inerte y las mesas puestas como si hubieran estado así por siglos. Ya nomás esperábamos ver la figura de cera de Diego para confirmar que eso realmente estaba convertido en museo, pero en su lugar apareció de entre las sombras el contorno de una esquelética silueta de oscura indumentaria aproximándose a nosotros. ¡En la...

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