Conviven lujo y miseria

AutorMarcela Turati

Fotos: Óscar Mireles

Enfrente tienen la vista panorámica que tanto les gusta: el techo azul del Sam's Club, al que no tienen permitido entrar por no ser miembros; la enorme mole del Centro Comercial Santa Fe, donde pasean algunos domingos, pues les divierte el puro andar de mirones; las coloridas fachadas de las casas residenciales a las que entran a hacer la limpieza, los ventanales del Hospital ABC que les plantaron en el terreno vecino y donde creen que les darán servicio.

Eso ven los siete miembros de la familia Borges Aguilar desde su casa construida con puro retazo sobre una pequeña franja de tierra atrapada entre la avenida Arteaga Salazar, de Cuajimalpa, y el precipicio.

Tienen un paisaje fracturado: de un lado están los pastos bien podados del club de golf y caserones estilo colonial; por el otro, casas con no más de un cuarto, como la suya, uniformadas de color cemento que se extendieron en hilera como plaga por encima del cerro y una sobre otra, engullendo los espacios verdes.

Ese paisaje caracteriza el modelo urbano extendido en todo el país: el de las ciudades fracturadas donde los grandes cinturones de miseria son vecinos de pequeñas "islas" de lujo y modernidad. Es el retrato de la urbanización de la pobreza, pues si en las 364 ciudades mexicanas hay 768 mil manzanas, en el 84 por ciento de ellas viven pobres.

"Aquí está peligrosa la barranca porque los niños se recargan y se pueden caer y matar, pero a la vez está bonito porque están construyendo cosas muy bonitas. Sam's está bonito pero luego no te dejan entrar, el Sanborns está bonito pero muy caro. Una vez bajamos allá con mi papá y con mi sobrinito al cine, pero no entramos porque no llevábamos mucho dinero", dice Oscar Borges Aguilar, de 13 años.

El duerme sobre una tabla porque las tres camas de su casa están compartidas. Desde hace un año, toda la familia vive en esta casa con hoyos en los techos y un refrigerador vacío, a la que llegaron tras el largo peregrinar, tras vivir de arrimados por no poder pagar renta.

Más allancito, por el serpenteante camino que cruza sobre el cerro fraccionado, que pasa frente a escuelas donde se aglomeran camionetas último modelo, se llega a la casa de Cruz Torres.

Hace 26 años, esta mujer, como la mayoría de los de por aquí, se cansó de pagar renta por Mixcoac y se instaló en un cerro solitario, todo agujerado por la minería, junto a un tiradero de basura. Cuando llegó a lo que hoy es la colonia Las Tinajas, marcó su casita con el...

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