Contrapuntos / ¿Se van o se quedan?

AutorEduardo Villarreal Cantú y Eduardo Román González

Una reforma electoral debe incluir la reestructuración del Instituto Federal Electoral

Eduardo Villarreal Cantú

Pocas veces se dice, pero es importante recordar que la democracia no se construye de una vez y para siempre. Confeccionarla implica un conjunto de fases interpuestas que suelen contener obstáculos, tensiones o contradicciones. Entendida así, la democracia es entonces un complejo y difícil proceso que requiere tiempo e inteligencia en las decisiones para llegar a buen puerto.

La transición a la democracia mexicana descansó, prácticamente, sobre la edificación de un árbitro electoral que garantizara reglas equitativas y transparentes para el acceso al poder público.

Para nadie es un secreto que la construcción de ese árbitro (el IFE) le ha costado al País tiempo y recursos abundantes.

Sin embargo, el organismo logró generar altas dosis de confianza en los actores políticos y la sociedad, radicando en ello gran parte de su fuerza política e institucional. No eran las reglas en sí mismas, sino un diseño muy bien cuidado e implementado que en su conjunto generaba la seguridad de que por fin se tenía un juez imparcial.

Los comicios del año pasado desataron consecuencias negativas en el capital político más preciado del IFE. La resolución que el Tribunal Electoral ofreció cuando validó al actual Ejecutivo confirmó no sólo la irresponsabilidad de actores políticos y sociales, sino que evidenció la impericia y permisividad de parte del juez "confiable".

En la discusión sobre la reforma electoral venidera pocos recuerdan que quedaron probados, entre otros ilícitos, la ilegal participación del Presidente Fox y del Consejo Coordinador Empresarial en la elección donde ganó su candidato. Y esas prohibidas intervenciones dejaron a un sector amplio de la sociedad con la incertidumbre no sólo del resultado oficial de la elección sino, más preocupante, sobre la imparcialidad con que actuó un árbitro que olvidó la firmeza cuando debía.

La autonomía en la que se funda el IFE, que hoy se pone en entredicho, debe basarse en sus principios rectores: certeza, imparcialidad, legalidad y objetividad. Si atendemos a lo sucedido en las campañas del año pasado, veremos que cada uno de estos valores, en distintos momentos y grados, quedaron en duda, minando significativamente la confianza que ya se tenía.

Tengo para mí que la independencia del IFE no radica en la inamovilidad de sus consejeros. Este principio está ligado al cumplimiento de los demás ejes...

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