A CONTRAPELO / ¡Derrotado!

AutorJuan García de Quevedo

He defendido mi vicio, seguramente mucho más de lo que merecía. Es difícil defender y mantener un vicio. El puro y el café llegaron a ser esenciales en mi vida en el sentido del gozo. Recuerdo la máxima de un amigo: "Cuida tus vicios de tal forma que siempre los puedas tener". Esta máxima es difícil, pero posible. Es cuestión de voluntad. El problema es que mis vicios eran sociales, es decir, podían publicitarse y hasta recomendarse. Eran vicios que se acompañan, que van de la mano, que se necesitan mutuamente. Por lo menos en mi caso. Nací y crecí en el hábito y la cultura del cigarro.

Recuerdo el primer cigarro y fue la cosa más espantosa del mundo. El primer cigarro fue francamente vomitivo. Me pareció una estupidez, pero era una estupidez que casi todos los conocidos hacían. El cigarro aparecía en el cine, en todos lados aparecía.

No queda más que reconocer que todo mundo es hijo de su tiempo. Este es un buen pretexto, una buena excusa. Como están las cosas hoy en día, es excusa, es pretexto porque fumar mata, pero mata también a los que no fuman. Ese es el punto: fumar mata también a los que no fuman. Parto de buena fe de este principio que espero esté demostrado.

El problema son los otros y su libertad; el problema son los otros y su salud. Nadie, absolutamente nadie te prohíbe que te mates, pero en privado. Tú mismo y tú solo. Esa es la cuestión: no dañes la salud de los demás y la libertad de los otros de escoger estar sanos. Respeta al otro en su libertad, con todo lo que ello implica. Así de fácil, así de difícil.

Dejemos las cosas claras: a nuestros padres y a mi generación, nadie les dijo nada hasta cumplidos los 40. Y eso es una grave responsabilidad. Nos fomentaron, aplaudieron y premiaron una adicción.

La única referencia que tengo es un amigo de la Ciudad de México que se metió a fumadores anónimos, algo como Alcohólicos Anónimos. Perdonen mi incultura, pero hasta hace 10 años me enteré que el tabaco era una adicción. Y como nunca intenté dejarlo me quedé con la idea de que era un asunto de poder de voluntad, misma voluntad que nunca puse a prueba, porque no lo quería.

Cuento esta historia porque seguramente es la historia de muchos. Por lo pronto, de 22 millones de personas que fuman. Bueno, 22 millones es una pequeña mayoría o una inmensa minoría. ¿Qué hacer con 22 millones de adictos? Lo primero que podemos exigir es una vacuna contra el tabaco, algunas medicinas, algún tipo de cura rápida, porque de alguna forma tenemos...

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