A Contrapelo / El aborto

AutorJuan García de Quevedo

Se está dando en estos días una de las discusiones morales y culturales más importantes que pueda vivir cualquier sociedad: la discusión sobre el aborto. Me agrada y me interesa la discusión; lo que me desagrada es la pobreza teórica de la discusión y la manera como los actores fundamentales de la polémica han participado. Han faltado argumentos y, literalmente, la verdad de los argumentos . Por un lado, la Iglesia excomulga -y está en todo su derecho de hacerlo- a quienes promuevan el aborto. También está la Iglesia en todo su derecho de expresar sus opiniones y puntos de vista. Es decir, la Iglesia, ante esta gran batalla cultural debe publicitar sus alegatos, argumentos, razones. Debe decir su verdad y luchar dentro de las reglas democráticas por difundir y hacer valer sus argumentos. Ciertamente una sociedad secularizada, un Estado laico y ciudadanos liberales deben escuchar, atender y entender los argumentos de una institución tan poderosa e influyente como la Iglesia católica en relación a su postura sobre el aborto. Posición y postura argumentable y seguramente razonable. Es la posición de la Iglesia católica y debe ser atendida fundamentalmente porque es de un gran contenido moral. Para la Iglesia católica está de por medio Dios, el alma y el destino trascendental del hombre. No es poca cosa. También debemos señalar que esta batalla cultural y moral, la Iglesia católica y las iglesias protestantes la han perdido prácticamente en toda Europa y que en Europa dividió, como ahora en México, a la sociedad. Entiendo también, y estoy convencido de ello, que la Iglesia debe hablar de pecados y no de leyes. Y en este caso concreto del aborto, de leyes que permitan y posibiliten pecar. Pero el caso es que en este asunto del aborto, para la Iglesia la ley es un pecado en sí mismo. Por tanto la situación de la Iglesia es doblemente complicada porque no legisla ni puede legislar, pero sí puede formar opinión y, a través de esta opinión pública, ganar la batalla cultural y moral. Esto lo puede hacer y todo liberal o librepensador está obligado éticamente a escuchar y argumentar con respeto. Frente a una actitud argumentativa e informativa, no caben jacobinismos trasnochados y rabiosos. Cabe la prudencia que exige el conocimiento y la tolerancia frente a la verdad del otro.

Mi opinión es que la Iglesia ha equivocado la forma y el tono de esta batalla cultural. La forma es bastante política y el tono demasiado aguerrido. Y eso se lo pueden permitir...

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