Contracorriente / Reformas económicas y justicia social en China

AutorFarid Kahhat

El crecimiento de la economía en China ha ido de la mano con el crecimiento de la desigualdad en la distribución del ingreso (el principal instrumento para medir esa desigualdad, el coeficiente de Gini, creció en un 50 por ciento entre 1980 y 2012). Podría plantearse dos argumentos para restar importancia a ese hecho. El primero es que, según la Curva de Kuznets, era previsible que la desigualdad de ingresos creciera en las primeras etapas de la industrialización, como también cabría prever que esa tendencia se revierta a medida que la población adquiera nuevas calificaciones a través de la educación, y se incremente el ingreso per cápita. El segundo argumento es que, en tanto producto de la asignación de recursos por parte del mercado, ese crecimiento en la desigualdad de ingresos refleja una desigualdad en méritos, y sería el costo a pagar para obtener una economía más eficiente.

Existen sin embargo dos problemas con esos argumentos. El primero es que la secuencia prevista por la Curva de Kuznets operó en los países para los que fue concebida (en lo esencial, Europa occidental y los Estados Unidos), hasta 1980, pero a partir de entonces la desigualdad de ingresos en esos países comenzó a crecer nuevamente. En segundo lugar, parte importante de la desigualdad en China no es producto de la asignación de recursos por parte del mercado, sino de políticas públicas que redistribuyen de manera regresiva el ingreso (al favorecer a la ciudad sobre el campo, y a ciertas élites urbanas sobre el conjunto de la población).

Marx sostenía que lo que denominó "acumulación originaria" era el equivalente dentro del capitalismo al pecado original dentro de la teología cristiana: la creación de las primeras sociedades industriales (en las cuales unos pocos eran propietarios de los medios de producción y la mayoría no tenía más medios para subsistir que la venta de su fuerza de trabajo), fue el producto de la confiscación compulsiva de los productores directos. Es decir, la acumulación de capital se habría producido históricamente a expensas de la pequeña propiedad privada agropecuaria y artesanal. Para suerte suya, Marx no vivió para ver como a fines de los 70 el Partido Comunista chino emprendía su propia versión de la acumulación originaria, a través de medios igualmente compulsivos.

Las zonas rurales (en las que habita cerca de la mitad de la población de China), han sido el convidado de piedra del crecimiento de las últimas décadas. Hay dos razones...

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