Eduardo Sojo/ Consistencia o programa emergente: entre alternativas duras y la ilusión de las soluciones fáciles

AutorEduardo Sojo

Algunos críticos han cuestionado la decisión de la Administración Federal de no instrumentar un programa económico emergente. Con una mayor oferta de adjetivos que de argumentos, quienes presionan por este tipo de paquetes sugieren que, al no instrumentarlo, el Gobierno evidencia un desconocimiento de la severidad tanto de la desaceleración económica mundial como de los impactos económicos de los ataques terroristas cometidos en septiembre.

Para analizar esas propuestas, quizá debamos partir de ciertas premisas básicas. La primera es que una conducción macroeconómica promotora del crecimiento y la estabilidad se entreteje con mecanismos sólidos y articulados para abrir oportunidades a la inversión productiva y para garantizar un financiamiento sano de la acción pública. Un programa innovador y proactivo de apoyos microeconómicos debe formarse rompiendo los diques absurdos que inhiben el ahorro, el esfuerzo y la creatividad de los mexicanos, no a través de mecanismos artificiales para estimular el gasto.

En especial, frente a los efectos nocivos de los trágicos acontecimientos recientes se refuerza la conveniencia de contar con una agenda, articulada y con visión de futuro, orientada al impulso de una economía más competitiva y de un sector público con mayor flexibilidad y capacidad de respuesta.

Tal vez convenga, antes de delinear la respuesta gubernamental que comento, analizar los orígenes de algunas de las posiciones aludidas. El común denominador en las posturas de quienes favorecen un plan emergente radica en la supuesta necesidad de instrumentar acciones espectaculares, en paralelo quizá con la magnitud de la debacle contemplada en las pantallas de televisión el pasado 11 de septiembre.

En la mayoría de los casos se señala la necesidad de adoptar medidas para la reactivación del mercado interno. La idea, en sí, es muy positiva si por reactivar el mercado interno se entiende mejorar canales de información, disminuir los costos de la comercialización, y brindar la posibilidad de aprovechar economías de escala a productores generalmente impedidos a hacerlo. Más aún, una reactivación del mercado verdaderamente duradera provendrá de ampliar las oportunidades de inversión mediante reformas estructurales en energía y en telecomunicaciones. Estas son ciertamente oportunidades que deben aprovecharse.

Con frecuencia, por desgracia, quienes presionan por medidas emergentes buscan remedios fáciles, y siempre efímeros. Las recetas consisten, por...

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