Conrado Tostado / ¿De qué sirve la cultura?

AutorConrado Tostado

Lo dicho: estamos viendo la desaparición de la política cultural que distinguió al Estado mexicano entre los países de América Latina -y más aún, diría que de América-.

Los orígenes de esa política son muchos, desde el hecho, quizá pedestre, de que los intelectuales y los políticos compartían sus estudios en San Ildefonso y en la Facultad de Derecho de la UNAM, hasta la legitimidad revolucionaria del nuevo Estado y el reforzamiento de la identidad nacional. En fin.

Los gobiernos actuales no tienen ni idea de qué hacer en este campo. Ultimas noticias: el canciller Derbez, hasta donde se sabe, está desincorporando el área cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores para transferirla al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Francisco Gil, titular de la Secretaría de Hacienda, según se dice, se dispone a hacer lo mismo con el área cultural a su cargo -después del intento de endosar el Antiguo Palacio del Arzobispado a la iglesia católica-; al parecer, a Xóchitl Gálvez, titular de la Oficina Presidencial para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, se le olvidó incorporar los acervos culturales del recién desaparecido Instituto Nacional Indigenista a la Comisión que lo sustituye; el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador prefirió gastar cientos de millones en supuestos asesores antes que asignar un presupuesto razonable a su flamante -y vacía- Secretaría de Cultura (si su propósito, como trascendió, es reducir el gasto en burocracia cultural, ¿para qué convirtió al Instituto de Cultura en Secretaría?). Etcétera.

Todo esto, como se sabe, dio inicio con los últimos gobiernos priístas: primero vino la marginación presupuestal y ahora, la desincorporación. Por lo demás, no resulta exclusivo de México: es un mal de muchos países.

Los políticos no saben qué hacer con la cultura. Desconfían de ella. ¿De qué sirve?, se preguntan. Porque dar sentido a la vida y al mundo les parece una respuesta vaga y sospechosa.

Ahora bien, si volvemos la vista descubriremos, muy cerca, un espeluznante desprecio de la vida: se asesina para vender los riñones, para despojar de 400 pesos o por entretenimiento. Se asesina con impunidad. Estamos ante una sociedad educada con un valor único: el mercado. No hay nada por encima del consumo. Un par de tenis Nike, un reloj Rolex, un auto Civic Honda, un fin de semana en Las Vegas bien valen una vida, un cohecho; un paso de droga o una esquina donde...

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