El conflicto de orden económico y la expropiación

AutorJesús Silva Herzog
Páginas49-64
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EL CONFLICTO DE ORDEN
ECONÓMICO Y LA EXPROPIACIÓN
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n el año de 1935, operaban en México algo más de veinte
compañías petroleras, todas ellas, con excepción de la Pe-
tromex y algunos pequeños productores, de nacionalidad ex-
tranjera.
El primer lugar, por sus inversiones y por su producción,
lo ocupaba la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, que
ya sabemos era subsidiaria de la Royal Dutch Shell; el se-
gundo lugar lo ocupaba la Huasteca Petroleum Company, sub-
sidiaria de la Standard Oil Company de New Jersey, y el tercer
lugar, la Sinclair. Además, la Standard Oil de California, filial de
la de New Jersey; la Sabalo Transportation Company, el grupo
Imperio, la Mexican Gulf y otras más.
Cada compañía tenía su contrato de trabajo con sus em-
pleados y obreros, de manera que había tantos contratos como
empresas existían. En algunos casos, como el de la Compañía
Mexicana de Petróleo El Águila, la misma compañía tuvo in-
terés, por razones que más tarde estudiaremos, en dividirse en
varias empresas, de modo que, en el momento de la expropia -
ción, se hallaba dividida en diez compañías diferentes.
No era posible que continuara esta situación, porque de ma -
nera obvia las prestaciones sociales y los salarios tenían niveles
LA EPOPEYA DEL PETRÓLEO EN MÉXICO
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distintos en las diferentes pequeñas o grandes entidades eco-
nómicas.
De modo que los trabajadores, no sin vencer sinnúmero
obstáculos, no sin luchar con dificultades que, en ocasiones,
parecían insuperables, lograron fundar, en el año de 1936, el
Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexica na,
sindicato industrial, que dio los primeros pasos, en cuanto quedó
constituido, para exigir, de todas las compañías, un contra to co -
lectivo de trabajo con la finalidad de que todas las empre sas
petroleras que en México operaban pagaran los mismos sala-
rios a sus trabajadores y dieran las mismas prestaciones de ca-
rácter social, como vacaciones, indemnizaciones por accidentes
de trabajo, servicio médico, hospitales, etcétera. Las empresas
petroleras no tuvieron más remedio, porque los trabajadores se
hallaban apoyados por la Ley del Trabajo, que aceptar discutir
con los dirigentes del sindicato. Esto ocurría en los últimos me -
ses de 1936, pero, en vista de que las partes se hallaban muy
lejos la una de la otra, en el mes de noviembre estuvo a punto
de estallar una huelga, porque los trabajadores consideraron
que ésa era la única arma que les quedaba para que las com-
pañías accedieran a sus peticiones.
El gobierno federal intervino como amigable componedor;
logró que se llevase a cabo una convención obrero-patronal y
que las discusiones se reanudaran. En efecto, las discusiones
continuaron durante el resto de 1936 y los cuatro primeros
meses de 1937. No se llegó a ningún resultado positivo y en el
mes de mayo de ese año, los trabajadores declararon una
huelga general a todas las empresas que explotaban el petró-
leo en México.
Los resultados de esa huelga se hicieron sentir inmediata-
mente en la ciudad de México y en toda la República. Se pudo

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