Conductas pecaminosas

AutorNatalia Vitela

¿Qué tan avaro, envidioso, goloso, iracundo, lujurioso, perezoso y soberbio ha sido este año? Si cada vez está más solo, quizá cayó por completo en manos de los pecados capitales.

Todos los humanos experimentan envidia, gula, pereza..., pero en algunas personas pueden transformarse en conductas patológicas o estar asociadas con algún trastorno psiquiátrico.

Si para 2011 quiere ganarse el cielo, reflexione sobre qué tantos problemas ha tenido a causa de su conducta y qué debe hacer para trascenderla.

En la familia

De acuerdo con Jael Alatriste, miembro del Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social, la personalidad se esculpe en la familia y muchas de las conductas mencionadas son heredadas por los padres.

Por ejemplo, la pereza, que es la falta de motivación y fuerza interna para realizar actividades, puede ser una conducta transmitida en el entorno familiar.

"Si los niños observan que los miembros del núcleo familiar carecen de motivación, fuerza y entrega para emprender cualquier empresa y, además, observan que los adultos no cumplen sus metas, esto es lo que aprenden", advierte.

Esto, indica, puede desen-cadenar la envidia, pues, cuando una persona no se esfuerza por obtener lo que desea siempre está fijándose en los logros de otros.

La ira, señala Alatriste, es una emoción que la familia debe educar, pues, cuando esto no sucede, las personas se vuelven irreflexivas e incomprensivas.

"Son individuos poco empáticos con los demás que creen que su conducta es la correcta y, cuando se enojan, son iracundos y se desquitan con quien nada debe. Son personas que acumulan enojo por años, lo cual perjudica su salud física y mental", dice.

Diego González, miembro de la Sociedad Psicoanalítica de México, explica que la soberbia es un signo de inseguridad, por lo que es fundamental que la familia fortalezca la autoestima de los pequeños.

Para los especialistas, es básico que los adultos domen estos impulsos, para lo cual los papás juegan un papel fundamental.

"Son ellos quienes deben inculcar disciplina y valores e imponer normas y límites", apunta Alatriste.

Pero no todo se gesta en el seno familiar: hay pecados, agrega Alatriste, que son fomentados por la sociedad.

"Vivimos en una una sociedad compulsiva y preocupada por obtener lo material y despreocupada por lo espiritual. Además, le importa poco faltarle el respeto a los otros.

"En una sociedad así, las personas tienen un vacío espiritual que buscan llenar con comida, con sexo...

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