La Condesa, una clínica 'explosiva'

AutorAntonio Bertrán

Unbombazo marcó el arranque de la Clínica Especializada Condesa. Minutos después de la ceremonia de inauguración encabezada por Rosario Robles, Jefa de Gobierno del Distrito Federal, a la institución pionera en la atención ambulatoria del VIH-sida entró una llamada anónima con una amenaza de bomba.

Era el 20 de enero de 2000 y fue necesario evacuar las instalaciones ubicadas en General Benjamín Hill 24, en la colonia que les da nombre, hasta que los especialistas determinaron que se trató de una falsa alarma.

Jorge Saavedra, quien coordinó la creación de la clínica y ese día fue nombrado su primer director, cuenta que tal incidente tuvo un resultado positivo, pues le dio al evento inaugural una mayor cobertura en los medios de comunicación y despertó diversas muestras de solidaridad.

"Carlos Monsiváis me llamó para decirme que el suceso era algo indignante, fruto de la ignorancia, la discriminación y la homofobia, y lo mismo declaró a los medios de comunicación", cuenta el médico 16 años después de aquél día.

Previamente, Saavedra había tenido que librar una batalla con los vecinos entre los que destacaba el rector de la Universidad La Salle, pues se habían manifestado en contra de que la antigua y subutilizada clínica de especialidades que había abierto el Presidente Lázaro Cárdenas en 1938, se convirtiera en un sitio para la atención de personas infectadas con el virus que generó una pandemia marcada por los prejuicios y estigmas hacia los homosexuales.

"Creían que con tocar la fachada se iban a contagiar de VIH, lo cual era fruto de la ignorancia, aunque lo que realmente no querían, pero tampoco manifestaban abiertamente, era que a la zona llegaran gays, trabajadoras sexuales y transexuales", cuenta Saavedra.

El especialista en salud pública por la Universidad de Harvard decidió abordar el asunto invitando a los vecinos a una "kermés informativa" para despejar sus dudas sobre la forma de transmisión del virus, su prevención y tratamiento. "Así quedó zanjado, al menos, el argumento que manejaban explícitamente para oponerse".

Pero abierta la clínica, Saavedra no sólo debió llevar ahí su escritorio, pagar de su bolsillo algunos sillones para la sala de espera y enfrentar la falta de antirretrovirales suficientes para los primeros pacientes, sino también capotear otro estruendo que igualmente pudo derivar en un estallido: La resistencia de algunos miembros del personal sindicalizado de la antigua clínica, para atender a la gente de la diversidad sexual que sería su nueva usuaria.

"Afortunadamente eran la minoría, y...

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