Las concepciones aristotelicas de la vida buena y la falacia naturalista.

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Frecuentemente se objeta que las concepciones de la vida buena de corte aristotélico son filosóficamente insostenibles porque cometen la llamada "falacia naturalista", es decir, pretenden sacar conclusiones evaluativas sobre la vida buena a partir de premisas fácticas acerca de la naturaleza humana. En este artículo argumento a favor de una vía para sostener una concepción de la vida buena de corte aristotélico sin dar un paso injustificado del es al debe. Conviene precisar que no es mi intención hacer un trabajo de interpretación textual de la Ética nicomáquea (en adelante EN) ni sugerir que la vía de defensa que propongo pueda atribuirse a Aristóteles; pretendo demostrar, únicamente, que tal vía funciona para salvar de la crítica de la falacia naturalista a una concepción de la vida buena que cabe reconocer como de corte aristotélico y que es afín, específicamente, a una interpretación inclusivista del eudemonismo aristotélico. Me concentro en la defensa de una concepción de la vida buena de este tipo porque me parece más verosímil que una concepción afín a la interpretación intelectualista; determinar si la estrategia de defensa que propongo funciona también en este último caso es algo que escapa a los objetivos de este artículo.

En la sección 1 haré un breve análisis de la concepción de la eudaimonia en Aristóteles para mostrar que, en efecto, él parece partir de descripciones acerca de las actividades y funciones humanas para justificar conclusiones normativas acerca de lo que constituye una vida buena o eudaímon. En la sección 2 revisaré la defensa que hace Alfonso Gómez-Lobo (1991, 1989) de la concepción aristotélica de la eudaimonia, contra la acusación de que comete la falacia naturalista; sostendré que, aunque ciertamente el examen de Gómez-Lobo aporta claridad a la comprensión de dicha concepción, es insuficiente para desechar la crítica de que supone un paso injustificado del es al debe. En la sección 3 examinaré una perspectiva neoaristotélica acerca de las evaluaciones de "bondad" en el caso de los seres vivos, incluyendo por supuesto a los humanos, y para ello tendré en cuenta las propuestas de Philippa Foot (2001) y Alasdair MacIntyre (2001). Por último, en la sección 4 intentaré defender un argumento de corte aristotélico acerca de lo que es una vida buena para un ser humano, consistente con la perspectiva neoaristotélica examinada en la sección anterior y afín a una interpretación inclusivista del eudemonismo aristotélico; utilizando el concepto de "ser un hecho bruto relativamente a ... ", introducido por G.E. Anscombe (1958a, 1958b), sostendré que dicho argumento es inmune a la crítica de la falacia naturalista.

Mi conclusión general es que resulta posible defender una concepción inclusivista de la vida buena de corte aristotélico que no dé lugar a la crítica de que se comente la falacia naturalista, siempre y cuando la relación entre determinados hechos acerca de la naturaleza humana y determinadas evaluaciones acerca de la vida buena se explique haciendo uso del concepto de "ser un hecho bruto relativamente a ... ", introducido por G.E. Anscombe.

  1. El naturalismo ético de Aristóteles y la falacia naturalista

    En la EN Aristóteles defiende una concepción de la eudaimonia o de la vida buena que cabe calificar como objetivista y naturalista porque, de acuerdo con él, aquello en lo que consiste tener una vida buena depende de las características que las personas tenemos por el hecho de ser humanas. Así, lo que sea una vida buena no está determinado por alguna voluntad trascendente y tampoco por los deseos, preferencias o gustos personales de los agentes (los cuales pueden variar de un individuo a otro y no dependen, en principio, de cuáles sean las fuentes de sus creencias y de sus experiencias), sino que está determinado por las características de la naturaleza humana, la cual, por supuesto, es la misma para todas las personas.

    ¿Cuáles son las características de la naturaleza humana? Para responder a esto, Aristóteles hace un análisis de los diversos tipos de actividades o funciones propias de la vida de los humanos y encuentra que éstas son de dos tipos: las actividades o funciones que podemos llamar "corporales", como nutrirnos, crecer, sentir y tener impulsos y apetitos; y las que involucran el pensamiento, que incluyen el razonamiento teórico y el razonamiento práctico, es decir, el razonamiento aplicado tanto a la búsqueda de la verdad como a la dirección que hayan de tomar nuestras acciones. (1) Las actividades de nutrición y crecimiento, sostiene Aristóteles, son suficientes para caracterizar la naturaleza de los vegetales; se tienen que agregar las actividades de la sensación, los apetitos y los impulsos para caracterizar la naturaleza de los animales no humanos; y por último, además de todo lo anterior, hay que añadir las actividades del pensamiento teórico y práctico para tener una descripción completa de las actividades y funciones de los humanos. Aristóteles presenta este último tipo de funciones como el distintivo de los humanos.

    ¿Cómo a partir de la descripción de la naturaleza humana Aristóteles pretende derivar una concepción de la eudaimonia o de la vida buena? Entre los estudiosos encontramos dos tipos de interpretaciones sobre la concepción aristotélica de la eudaimonia: las inclusivistas o comprehensivas y las exclusivistas o intelectualistas. (2) Estas últimas se caracterizan por considerar que la eudaimonia consiste, ya sea de manera exclusiva o predominante, en el ejercicio excelente del pensamiento teórico, mientras que las primeras entienden la eudaimonia como la posesión de un conjunto de bienes que puede ser más o menos amplio, pero incluye siempre el ejercicio excelente del pensamiento práctico y teórico. En lo que sigue me concentraré en una interpretación ampliamente inclusiva, porque me parece la más verosímil para explicar qué es una vida buena o eudaímon; además, son versiones de ésta las que han defendido neo-aristotélicos como Philippa Foot (2001) y Alasdair MacIntyre (2001), cuyas propuestas consideraré en la sección 3 de este artículo. según esta interpretación, una persona que tiene una vida eudaímon es la que disfruta de todos los tipos de cosas que son en sí mismas un bien para los humanos y lo que cabe ser reconocido en sí mismo como un bien para los humanos depende, precisamente, de las características de la naturaleza humana. (3)

    Uno de los pasajes más citados en apoyo de la interpretación inclusivista de la eudaimonia es EN 1097b16-20, aunque, como muestra el análisis de Gavin Lawrence, (4) es un pasaje polémico porque admite la siguiente doble lectura:

    (A) la eudaimonia es lo más digno de ser elegido con tal de que no se le agregue nada --lo cual se puede hacer, y si se hiciera, entonces por supuesto que la adición de cualquier otro bien por pequeño que sea produciría un bien mayor y, por ello, más digno de ser elegido.[...]

    (NA) la eudaimonia es lo más digno de ser elegido con tal de que no se le agregue nada --lo cual no se puede hacer, puesto que si se pudiera, entonces por supuesto que la adición de cualquier otro bien por pequeño que sea produciría un bien más grande y, por ello, más digno de ser elegido. (5)

    De acuerdo con (A), la eudaimonia se concibe como un bien particular entre otros bienes particulares, como son la salud, la amistad, la valentía, el placer, etcétera. Así, aunque al considerar individualmente los distintos bienes existentes la eudaimonia resulte ser el más deseable, se obtiene un bien mayor con la adición de cualquier otro bien. La interpretación intelectualista de la eudaimonia (6) es consistente con la lectura (A) de EN 1097b16-20 porque, si el mayor bien que puede perseguir un ser humano es la excelencia en la actividad del pensamiento teórico, entonces, una vida eudaímon será aquélla en la que se ejercita con excelencia dicha actividad; sin embargo, será posible alcanzar un bien mayor que la eudaimonia si a ésta se le añade(n) otro(s) bien(es) particular(es).

    En contraste con lo anterior, según (NA) el pasaje EN 1097b16-20 establece la imposibilidad de obtener un bien mayor que la eudaimonia mediante la adición de otro bien. Esto sólo puede ser el caso (argumentan algunos de los defensores de la interpretación inclusivista) (7) si la eudaimonia no figura en la lista de bienes particulares, sino que se la concibe como el bien que los incluye a todos. Al conjunto formado por todos los bienes existentes no se le puede agregar ningún otro bien para producir un bien más deseable, puesto que no hay ningún otro que dicho conjunto no incluya.

    Ahora bien, si apoyándose en (NA) se argumenta que Aristóteles concibe la eudaimonia constituida por el conjunto de todos los tipos de bienes, ¿qué es lo que incluye ese conjunto? Realizar con excelencia todas y cada una de las funciones o actividades propias de nuestra naturaleza, según la interpretación inclusivista de la eudaimonia, es en lo que consiste el bien para nosotros. Dado que la nutrición, el crecimiento, la sensibilidad, etc., son funciones propias (aunque no exclusivas) de los humanos, tener una buena digestión, no tener problemas hormonales, tener buena vista, etc., es en lo que consiste un primer tipo de bienes: los llamados "bienes del cuerpo". Y dado que las actividades del razonamiento teórico y práctico son distintivas de los humanos (y exclusivas de nosotros, según Aristóteles, lo que les confiere un valor superior respecto de otras funciones), realizar estas actividades con excelencia constituye un segundo tipo de bienes: los que llama "bienes del alma". Una persona posee tales bienes cuando, por un lado, usa su razonamiento teórico para --por ejemplo-- comprender una teoría astronómica o encontrar la solución a un problema matemático y, por otro lado, usa su razonamiento práctico para --por ejemplo-- decidir por cuál partido político ha de votar, qué hacer ante un régimen tiránico o cómo organizar las actividades que realizará durante el día...

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