Comparado con estas hermanas, el Padre Amaro es una broma

AutorErnesto Sánchez

Advertencia: si a usted no le gusta ver películas que cuestionen su fe religiosa, o que presenten el lado oscuro de algunos miembros de la Iglesia, éste es el momento óptimo de dejar de leer estas líneas.

Precedida de alabanzas de la crítica, una ola de escándalos y acreedora al León de Oro en el Festival de Venecia, por fin llega a los cines mexicanos un drama para estómagos fuertes titulado En el Nombre de Dios (The Magdalene Sisters).

La historia, basada en un caso real, presenta el destino de cuatro mujeres -Bernadette, Rose, Margaret y Crispina- quienes son despojadas de su libertad y sentenciadas a trabajar indefinidamente en un convento de la orden de las Hermanas Magdalenas, para así expiar sus pecados.

Pero las atrocidades a las que serán expuestas al ser tachadas injustamente como "mujeres fáciles" no tienen perdón.

Las razones que llevan a estas mujeres al encierro pueden resultar de entrada, absurdas. Bernadette (Nora-Jane Noone) es tan hermosa que el Orfelinato en el que vive, considera que es un peligro para los jóvenes y para las chicas envidiosas, así que la mandan a la Lavandería Magdalena "por su propio bien".

Rose (Dorothy Duffy) da a luz un bebé fuera del matrimonio y su madre decide darlo en adopción, mandando a su hija al convento.

Margaret (Anne-Marie Dux) está en una boda y cuando menos lo espera, un primo suyo la viola. Este hecho avergüenza a su padre (¡porque afirma que fue culpa de Margaret!) y aprovechando que un sacerdote está ahí, en ese mismo momento la envían con las Hermanas Magdalenas.

Las tres llegan al mismo tiempo. Crispina por su parte ya vive ahí y es una tímida trabajadora que tiene un extraño comportamiento: se rehúsa a lavar las camisas del sacerdote.

¿Qué está pasando en el convento?, ¿por qué las monjas desayunan como diosas y las trabajadoras muy apenas comen un poco de avena?, ¿por qué le tienen temor al sacerdote?

Lo que empieza como algo "normal", sin revelar mucha trama, se va convirtiendo en una exasperante tensión en la que el mínimo contacto con el mundo de afuera equivale a ser azotadas, a que les corten el cuero cabelludo a tijeretazos y a que sean tratadas por las mismas monjas, como escoria.

El cineasta y también actor Peter Mullan presenta una mirada fría y sin compasión a una página de las tantas páginas escritas en la historia de la Iglesia Católica.

"Quisiera pensar que la Iglesia Católica tiene el valor de pararse, admitir sus errores, compensar a sus víctimas y asegurarse que no...

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