Cómicos del futuro

AutorFernando de Ita

La calle del teatro es larga. Para el tema que me ocupa comienza en el Renacimiento, con la comedia del arte que esparce por Europa la risa de la calle en la figura del pícaro que se burla de su propio amo.

El teatro de la legua se bifurca en dos caminos, uno va al mundo latino y otro al imperio anglosajón. En Italia, Francia y España el cómico de la calle toma el aspecto romántico del payaso que se pinta en la cara una gran sonrisa para esconder la tragedia de su corazón. En Alemania e Inglaterra, se convierte en clown de nariz roja, nariz blanca y nariz negra. El payaso es melodramático, el clown es satírico. El primero hace reír exhibiendo su torpeza, el segundo mostrando la torpeza ajena.

La aparición del circo moderno, en el siglo 19, relega al payaso a un papel de relleno. Ningún comediante puede competir con la belleza del tigre y la ansiedad del trapecio. Como lo muestra Fellini en La Strada, el circo callejero de la posguerra es la viva estampa de la miseria. En medio de la devastación física y moral de Europa, el cómico de la calle dibuja en el aire un gesto de patética ternura. El cine y la pantomima moderna llegan al rescate del pícaro del siglo 20. Uno de los iconos de esa centuria es el hombrecito de bigote, sombrero de hongo y bastón que inmortalizó Charles Chaplin. En Francia, se da la teoría y la práctica de la mima contemporánea. Menciono sólo a Jacques Lecoq porque su Escuela Internacional de Teatro ha sido una influencia directa en el teatro del movimiento en México.

A fines de los 70, regresa a México Sigfrido Aguilar para fundar con Ariela Aswell una escuela de clown contemporáneo, en la que se inician muchos de los comediantes del silencio que hacen de los años 80 una década luminosa para la mima mexicana. No son los únicos, ni la suya es la única escuela, pero sus obras utilizan las técnicas, las estructuras, las imágenes, la prosodia de la mima ecléctica de finales de siglo.

Este teatro virtuoso, sin embargo, cambia el espacio abierto por el espacio acotado, la calle por el foro, perdiendo contacto con la gente de a pie, con ese conglomerado que llamamos pueblo.

Por el contrario, en los mismos años 80 en Colombia, Venezuela y Brasil, el teatro de calle se convierte en la forma festiva de la protesta política, del panfleto ideológico, de la sátira social. Es un teatro artesanal que se monta en zancos para...

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