Comedia política / El problema no son ellos

Estaba Venancio con Manolo que, como ya se sabe, son un par de gallegos bastante brutos (sí, es pleonasmo). Resulta que Venancio se encontró tirada una bala calibre 45 y la estaba mirando detenidamente y entonces comenzó a tocarse en diversas partes del cuerpo con la bala. Lo hacía como si estuviera experimentando, como esos niños que tratan de meter las figuras geométricas en el hueco que les corresponde. Con la bala Venancio se tocaba el hombro y la retiraba. Luego se tocaba el estómago y la retiraba. En cada movimientos el gallego ponía cara de extrañeza. Volvió a tocarse con la bala en la mejilla, en el corazón, en la pierna, en la mano y hasta en una nalga. Extrañado y exasperado, Manolo le preguntó molesto:

-¿Pero que jolines te pasa, tío, por qué te estás tocando por todas partes con esa bala?

-Pues mira, Venancio, que he hecho un descubrimiento sorprendente sobre las balas y, en general, las armas de fuego.

-¿Qué cosa, Venancio?

-¡Joder! Que lo que mata es la velocidad, no la bala.

Bruto, bruto, pero no tan bruto el buen Venancio, que tenía claro lo que muchos mexicanos no entendemos: que el problema está en otra parte. ¿A qué me refiero? A que nos entretenemos y distraemos con escandalitos por aquí y por allá, y nos pasa de noche cuál es la verdadera bronca de nuestro país. Estamos tan atentos a lo que hacen y dicen los políticos, que nos olvidamos de los verdaderos protagonistas de esta historia: nosotros mismos.

Ahí está el caso, el triste caso, de Javier Duarte. Durante años se dedicó a saquear Veracruz, pero no lo hizo solo, pues en realidad contó con la complicidad de la gran mayoría de los veracruzanos. Aunque hubo muchos que alzaron la voz y denunciaron las transas y los atropellos del gobernador priista, en el fondo fueron más los que guardaron silencio, los que optaron por ver de lejos el escándalo y simplemente criticar sin hacer algo que realmente marcara la diferencia. Al final, esa misma gente fue la que le dio el castigo a Duarte...

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