Comedia política / La Doctrina Gallina

AutorDan T.

En una granja había un toro muy, pero muy, muy, muy caliente. El animal no se daba a sí mismo, nomás porque no se alcanzaba. Para su dueño era un gran negocio tener un semental tan insaciable, pues no había día en que no quisiera treparse en una vaca, una cabra, o hasta un árbol. Alguna vez el toro intentó darse un panal de abejas y muy tarde descubrió que era mala idea. Pues bien, resulta que una soleada mañana el toro vio pastando a la vaca más hermosa y sexy que jamás había visto en su vida (en realidad era una vaca como todas las demás, pero al calentoro por alguna extraña razón lo ponían como loco sus manchas). "Voy a hacerla mía", dijo el toro y yo lo sé porque me lo contó alguien que sabe traducir mugidos. La vaca estaba del otro lado de la cerca que medía como dos metros de alto, pero el toro caliente no iba a permitir que algo tan banal le echara a perder su momento de pasión. El toro dio unos pasos hacia atrás, tomó vuelo y comenzó a correr a toda velocidad hacia la cerca. El ganadero lo vio y casi se muere de un infarto cuando su más preciado semental saltó por los aires como las promesas de los políticos y, ¡apenitas!, alcanzó a pasar --rozando-- por encima de la cerca. Cuando por fin estuvo con la vaca, se le acercó sugerente y seductor, confiado en que todavía no existe el movimiento #MeTooVacuno.

--Hola, guapa --dijo el toro con un tono que dejaba ver sus intenciones más negras que su propia piel-- ¿Cómo te llamas?

--Jijijiji --rió nerviosa la vaca-- Me llamo Clara Bella. Pero sólo dime Clara que de bella no tengo nada. ¿Y tú?

--Yo me llamo Juan Bolas, pero nomás dime Juan porque las bolas se quedaron allá arriba en la cerca.

¿Qué tiene que ver la triste historia de Juan...

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