La comedia política / Toques, joven, toques

AutorDan T.

Un señor va en su coche y, después de varias horas manejando, descubre que está perdido. Tratando de retomar el camino correcto, le pregunta a un señor que iba caminando:

-¡Disculpe! ¿Podría usted ayudarme? He quedado de verme a las 2:00 de la tarde con un amigo, llevo media hora de retraso y no sé dónde carajos estoy.

-Claro que sí -le contesta el tipo- se encuentra usted dentro de un coche. Está a unos 7 kilómetros del centro de la ciudad, entre 40 y 42 grados de latitud norte y 58 y 60 de longitud oeste.

-Oiga -le dice el del coche después de escuchar la respuesta- Es usted ingeniero, ¿verdad?

-Sí señor, soy ingeniero. ¿Cómo lo ha adivinado?

-Muy fácil: todo lo que me ha dicho es "técnicamente correcto", pero "prácticamente inútil", pues sigo perdido, llegaré tarde y no sé qué hacer con su información.

-¡Ah, órale! -responde el de a pie- Oiga, y usted es político, ¿verdad?

-Sí señor, soy diputado federal, he sido tres veces diputado local, una vez presidente municipal, fui secretario de Estado y director de empresas paraestatales; soy aspirante a la gubernatura y, si la virgencita y el santísimo espíritu de Plutarco Elías Calles lo permiten, en una de ésas hasta Presidente de la República. ¿Cómo lo adivinó?

-Pues porque no sabe dónde está ni hacia dónde se dirige, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho, está usted exactamente en la misma situación que estaba antes de preguntarme, pero ahora, por alguna extraña razón, ¡la culpa es mía!

En esta vida todos hemos padecido a un ingeniero. Trabajar con ellos es una delicia y, al mismo tiempo, una tortura: saben llegar directo al problema, no se andan con rollos, son prácticos y eficientes, pero, por lo mismo, les cuesta trabajo entender las sutilezas; tienden a todo con forma de switch: prendido y apagado; blanco y negro; trabaja o no trabaja; sirve o no sirve. Son los ingenieros un mal necesario, pues sin...

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