De Comala a la pantalla

AutorRafael Aviña

A medio siglo de la publicación de Pedro Páramo, la figura de Juan Rulfo crece y se vuelve más enigmática como enigmática es su difícil adaptación a las imágenes fílmicas. Su escueta obra, cuyos méritos se localizan en la intensidad de su prosa, alcanzó a su vez la hechura de guiones para cine y televisión y una notable afición a la fotografía, donde dejó testimonio de áridos paisajes emocionales y de personajes y fantasmas cotidianos que habitan en sus relatos. Los indígenas, el espacio rural, la arqueología, las fiestas y manifestaciones religiosas, la arquitectura, y la soledad como telón de fondo anímico, están presentes en su trabajo con la luz, la pluma y la máquina de guionista: visiones inexpugnables para infinidad de cineastas que quedaron tocados por su trabajo y sus misterios.

En 1955, a tan sólo dos años de la publicación de El llano en llamas, el cine mexicano, a iniciativa de creadores como Gabriel Figueroa, iniciaba una serie de adaptaciones de autores de prestigio. Así, Rulfo salta a la pantalla grande a partir de su cuento Talpa, dirigido por Alfredo B. Crevenna y adaptado por Edmundo Báez. Su relato, una intrigante reflexión sobre erotismo, religión y familia, sólo destacó el folclorismo de la provincia mexicana con ciertas anotaciones intrigantes, como la presencia de la atractiva Lilia Prado, la mujer que manipula las pasiones de dos hermanos: el marido enfermo (Víctor Manuel Mendoza) y el cuñado saludable, dispuesto a mostrar su virilidad (Jaime Fernández).

Más interesante resultó un relato anticonvencional, filmado con elegancia y sobriedad, para exponer las lacras de la explotación campesina y el cacicazgo a través de fantasmales metáforas visuales. Se trata de El despojo (1960), de Antonio Reynoso y Rafael Corkidi, camarógrafo, filmada en el árido Valle del Mezquital, con un argumento de Juan Rulfo, cuya obra en apariencia era abono seguro para la pantalla: el mito del campo, con sus peones, caporales, hacendados, heroínas sumisas y espacios rurales de pueblos abandonados, rodeados de nubes, valles, pencas de maguey y riachuelos secos, como lo plantean las imágenes de Gabriel Figueroa y los trabajos de Emilio "El Indio" Fernández, quien parecía el cineasta más indicado para aproximarse al escritor jalisciense.

Así, en 1962, El Indio se trasladó a Guatemala para filmar Paloma herida, historia violenta y fatalista protagonizada por Patricia Conde y el propio Emilio Fernández en el papel del malvado Danilo Zeta, autor a...

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