Colombia: Entre el miedo y la esperanza

AutorSantiago Gamboa

La nueva Colombia, la que debería nacer tras el acuerdo de paz firmado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC en 2016, aún se resiste a ver la luz, y las elecciones presidenciales de este año lo están haciendo cada vez más evidente. Hay que recordar que, en el referéndum de 2016 sobre dicho acuerdo, el NO venció por una mínima cantidad de votos, mostrando que el país estaba quirúrgicamente dividido en dos mitades. La Colombia del SÍ y la del NO. El centro derecha y la extrema derecha con el NO. El centro izquierda, la izquierda y las FARC con el SÍ. Dos mitades que se miraron (y aún se miran) con suma desconfianza, resentimiento, incluso con odio y que responden a una fractura histórica en la sociedad colombiana.

El SÍ, encabezado por Santos y las FARC, firmantes del acuerdo, más todas las fuerzas progresistas, quiere refundar el país sobre nuevas bases sociales, políticas y económicas, que cambien la vida de la nación y permitan hacer sostenible esa paz, tan arduamente conseguida, imaginando una nación más moderna y equitativa. El NO, cuyo líder es el ex presidente Álvaro Uribe, en alianza con los conservadores y la extrema derecha, se opone a los cambios y lucha por preservar la vieja Colombia de siempre; es justo señalar que no todos los del NO quieren volver al esquema del conflicto armado, pero sí ven con extremo recelo los acuerdos de La Habana, principalmente por dos motivos: el primero es que los jefes guerrilleros no vayan a la cárcel, lo que a sus ojos significa impunidad y evidencia de la fragilidad del Estado. Éste es su principal caballo de batalla y la frase que corean dice: "Santos le regaló el país a las FARC". El otro problema es que el acuerdo de paz, al hablar de reformas en el agro, pone en duda la propiedad de la tierra de un gremio que es la base política del uribismo, el de los ganaderos, en el cual hay de todo: desde honestos empresarios del ganado hasta narcotraficantes y paramilitares convertidos en latifundistas. Juntos poseen 22 millones de hectáreas dedicadas a la ganadería extensiva, una superficie con las mejores tierras del país, las más fértiles y mejor comunicadas, pero que desde el punto de vista del agro son completamente improductivas y no generan trabajo. La agricultura en Colombia cuenta sólo con 6 millones de hectáreas, ésta es la verdadera dimensión del problema. Por eso el campesino es pobre y por eso deforesta las selvas: para abrir un espacio de tierra cultivable...

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