El colapso alimentario

AutorHilario Barcelata Chávez
Páginas63-64
La Economía Mexicana. Crisis y reforma.
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Hilario Barcelata Chávez
63
EL COLAPSO ALIMENTARIO 1989
Si hoy alguien se preguntara si hay alguien a quien el actual gobierno e incluso el
anterior tuviera que pedir perdón, como lo hiciera José López Portillo en su célebre
último informe de gobierno, sería a las clases más pobres del país, principalmente
aquellas que viven en las áreas rurales y el motivo sería simplemente el haber
agudizado la caída de sus niveles de bienestar a tal grado que han pasado de su
pobreza histórica a una miseria indigna e indignante.
Una de las razones fundamentales de ello es que en los últimos años debido a las
políticas de estabilización se ha dado un violento proceso de polarización y
concentración del ingreso. Pero también el deterioro de los niveles de bienestar que se
evidencia primordialmente en una dramática crisis alimentaria, está directamente
relacionada con una crisis del agro nacional, que se explica en parte como un producto
de atraso histórico del sector y como consecuencia evidente de la crisis general del
sistema económico, pero también por la identificación oficial en cuanto a hacia donde
habrá de dirigirse el desarrollo rural y el viraje que se pretende dar a la política
agrícola, en donde la llamada autosuficiencia alimentaria deja de ser el objetivo a
seguir de dicha política, a pesar de que como, lo declaró el propio Secretario de
Agricultura, el alejamiento del país de dicha autosuficiencia es la miseria del pueblo
mexicano. Esta crisis se evidencia por una caída del PIB per cápita del sector que en
1988 fue inferior en un 16.8% al de 1981y el del sector pecuario 15.1% en el mismo
año.
La alta vulnerabilidad del agro mexicano a los factores naturales debido a que cerca
del 65% de las tierras cultivables son de temporal y que puede ser evitada con fuertes
inversiones en riego, ha ocasionado que este año se hayan perdido 3.5 millones de
toneladas en sorgo, maíz y frijol, hecho que se aúna a otros de carácter económico
para impedir que las metas de producción queden lejos de alcanzarse, lo que
impactará necesariamente a las compras de alimentos en el exterior, las cuales
ascenderán este año a 10.3 millones de toneladas, 2.8 millones más que las realizadas
el año pasado, de las cuales 8 millones son de granos básicos las que representan el
25% de la demanda nacional de maíz y el 10% de la de frijol, lo que implicará un
desembolso de 3 mil 500 millones de dólares.
Sin duda alguna la caída de la producción agrícola ha sido producto también de la
vertical caída de la inversión pública que en el campo en 1980 representaba el 19% del
total y en la actualidad representa tan sólo el 5% y del crédito bancario al agro que era
en el primer año el 14% y ahora es un poco menos del 6%. Además de que el precio
de garantía de los principales productos agrícolas no han sufrido ninguna modificación
desde hace más de un año, a excepción del maíz, que se incrementó un 7.25% (en
términos nominales) y el trigo un 20%, cuando de 1987 a 1988 estos precios se
incrementaron en 115.6 y 158.3%, aunque otros cártamos se incrementó hasta un
342.4% y la cebada 451.7%, aunque en términos reales todos los precios de garantía
sufrieron una concentración en dicho período.
La misma situación prevalece en el subsector pecuario donde la sequía, el incremento
en los costos de producción y la falta de apoyos gubernamentales han provocado una
severa reducción de los inventarios ganaderos. Así, el inventario de bovinos para carne
pasó de 31 millones de cabezas en 1985 a 25 millones en 1989 y el de porcinos de
18.5 millones a 8 millones para los mismos años.
Tomando en cuenta las crecientes necesidades de consumo de carne en una
población en crecimiento, de aquí se desprende que el consumo per capita se ha
reducido en los últimos cuatro años, ya que la producción no sólo se desplomó en
términos absolutos, sino que se rezagó en términos relativos frente al incremento
demográfico. En el renglón porcícola, para abundar un poco más, los créditos

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