Colaborador Invitado / ¿Qué cuentas rinde AL?

AutorColaborador Invitado

Ricardo Becerra

Un vistazo histórico al subcontinente, digamos los últimos 30 años, nos conduce a una conclusión nada despreciable: por primera vez, América Latina puede reclamar una tradición democrática propia, una experiencia que lleva ya un largo periodo construyendo, reformando, practicando y ciñéndose al libreto básico de la democracia política.

No es poca cosa. Desde su fundación como entidades independientes -desde 1810- la idea democrática ha gravitado en las cabezas de los héroes, los padres de la patria, de los redactores constitucionales, facciones, grupos o partidos, desde Argentina hasta México, marcadamente influenciados -en la práctica política y en el pensamiento- por el halo de la Ilustración europea, enfrentados siempre a un pasado monárquico, violenta y profundamente desigual, como en ninguna otra parte del planeta.

1977 en México. Una reforma política que disparó una flecha de cambios imparables. 1980 en Uruguay: la primera vez que los militares aceptaban una consulta popular en el continente... y la perdieron. Y esa derrota político-electoral, históricamente, abrió el camino a otras tantas transformaciones esperanzadoras que, en cascada, configuraron un escenario completamente nuevo, claramente distinto al esculpido por la Guerra Fría, en el que, por fin, los partidos de derecha y de izquierda tendrían por igual un lugar legítimo en la competencia por el poder y en el debate público. ¿Ven que no es poca cosa?

A partir de ese momento Latinoamérica entra por derecho propio a la marejada de la tercera ola democratizadora y, con ello, configura una "edad" política, un periodo tan singular en su conflictiva y tan largo en el tiempo que ya puede tratarse como "un periodo histórico".

Los temas de ese periplo son obsesivamente electorales, en todas partes: en 30 años llevamos dos centenas de reformas constitucionales -con una decena de constituciones nuevas-, leyes de partidos nuevas, códigos electorales inaugurados y centenas de veces reformados, surgimiento de nuevos organismos puestos a ordenar la competencia política, a revisar las finanzas de los partidos, adopción de la segunda vuelta como fórmula estelar latinoamericana, modificación de los Congresos, introducción de nuevas modalidades de relación entre poderes y un largo etcétera, han escrito la historia de esa metamorfosis que cobija ahora una nueva realidad democrática.

Pero a pesar de su dominio, poco a poco, lo electoral se ha ido decantando y ha ido derivando -a...

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