Colaborador Invitado / Antonio Lazcano Araujo: Pandemia, gobierno y sociedad civil

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¿Existe alguna razón que justifique el optimismo oficial con el que noche a noche los voceros de la Secretaría de Salud afirman que hay una tendencia descendente de la pandemia de CoVid-19? Aunque todo indica que las autoridades siguen apostando por la inmunidad de rebaño, sabemos que ésta no se alcanzará mientras no exista una vacuna. Tampoco conocemos variantes menos letales del virus. El SARS-CoV-2 acumula mutaciones y cambia constantemente, pero la rapidez con la que lo hace es mucho menor que la de otros virus de RNA como el de la influenza y el del SIDA. Como se trata de un patógeno nuevo, el SARS-CoV-2 se está propagando entre nosotros con una rapidez mucho mayor que con la que cambia genéticamente. Seguimos siendo presa de poblaciones virales esencialmente iguales a las que se reportaron desde principios de año. Esta es una buena noticia, porque significa que cuando estén disponibles vacunas y antivirales protegerán a la población durante mucho tiempo.

A pesar de la búsqueda frenética de vacunas y medicamentos, la contención de la infección sigue y seguirá dependiendo de la responsabilidad social e individual. Es cierto que se ha difundido en la población la comprensión de los mecanismos con los que se transmite el virus, y que a pesar de la negativa absurda del Presidente López Obrador a usar los cubrebocas es alentador ver un número cada vez mayor de personas que lo portan. Los médicos han caracterizado las primeras señales de alarma de la infección y desarrollado con rapidez admirable terapias que incluyen el uso de anti-inflamatorios que están salvando muchas vidas, pero la suma de todas estas medidas no basta para explicar ni el descenso de las curvas ni el optimismo gubernamental.

Hace pocos días un grupo de ex Secretarios de Salud presentaron un documento titulado La gestión de la pandemia en México, que representa un esfuerzo mayúsculo para ayudar a contender con la crisis sanitaria. A pesar de que se puede argumentar que la reconversión hospitalaria fue un éxito, las pruebas del fracaso de la política gubernamental son muchas. La lista incluye en primer lugar un número inaceptable de muertos y el reconocimiento de que el 79% no alcanzó a llegar a las unidades de terapia intensiva, un porcentaje inadmisible de miembros del personal de salud que han fallecido, la proporción tan alta de decesos en hospitales públicos comparada con los que han muerto en instituciones privadas, la falta de insumos en hospitales públicos y, muy...

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