Colaborador Invitado / Agustín Basave: El rencor y la exclusión al poder

AutorColaborador Invitado

Es difícil discernir la ideología del presidente López Obrador. Es un hombre complejo, de ideas contradictorias. Yo lo he catalogado como un idealista maquiavélico y he señalado que en su visión de la economía mezcla ingredientes estatistas y neoliberales. Con todo, he llegado a la conclusión de que su "doctrina de bolsillo" -la que guía las decisiones casuísticas que le gusta tomar y que relegan las políticas públicas- es una modalidad del populismo asistencialista. En una mañanera reciente reiteró que su compromiso es primero con el pueblo, luego con el pueblo y al final con el pueblo. Santo y bueno. El problema es que para AMLO el pueblo de México parece reducirse a su base de apoyo, a la gente más o menos pobre que lo sigue; para ser más preciso, a los 22 millones de beneficiarios de sus programas sociales. Es un pueblo encogido, excluyente, que deja fuera de sus filas a unos 100 millones de mexicanos.

Bajo la óptica de esa variante populista se entienden dos cosas. 1) Que quien según tal criterio no sea pobre no merece ayuda del gobierno, aunque se trate de un pequeñísimo empresario quebrado por la pandemia o de un desempleado víctima de esa quiebra y aunque en esta coyuntura crítica la necesite más que quienes trabajan en la informalidad. 2) Que ese pueblo de México debe expandirse y que, así como el proletario alienado debe adquirir conciencia de clase y sumarse a la revolución, más personas deben engrosar las listas de subsidios gubernamentales o al menos admitir la esencialidad de Dos Bocas y del Tren Maya.

He aquí lo más preocupante de la reacción de AMLO de cara a la crisis humanitaria que se nos viene encima. Muestra a un presidente que gobierna únicamente para los suyos, sataniza a sus adversarios, acota a los merecedores de justicia social y se muestra insensible frente al naufragio de los mexicanos que no abrazan cabal y explícitamente la 4T. Entre los luchadores contra la injusticia que llegan al poder los hay de dos tipos: quienes perdonan agravios y gobiernan para todos -Mandela, por ejemplo- y quienes guardan el rencor a flor de piel y extinguen la empatía hacia quienes no lucharon a su lado ni se rinden a sus pies. Durante dos años me negué a aceptar que este fuera el caso de AMLO. Aunque cargaba en su vientre los golpes bajos que le dio el sistema -pensaba-, era un hombre empático que más temprano que tarde cerraría sus heridas...

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