Tolvanera/ Cohesión

AutorRoberto Zamarripa

La invasión de tropas estadounidenses a Iraq, con apoyo de efectivos británicos y australianos, que pretende deponer al gobierno de Saddam Hussein, obliga a una definición tanto del gobierno mexicano como de los actores políticos principales en congruencia con el rechazo inicial a la alternativa bélica. El silencio pasa a ser cómplice y puede adquirir un peso similar al de haber votado a favor de una resolución de Naciones Unidas que hubiese avalado la intervención militar norteamericana.

La acción unilateral de las fuerzas estadounidenses, está claro, es ilegal. El precedente abre la puerta para que proliferen desafíos a las leyes internacionales y a la Organización de las Naciones Unidas.

El gobierno mexicano, en voz del presidente Vicente Fox, expresó de manera inmediata su rechazo a la decisión estadounidense de atacar a Iraq. Minutos después de que el mandatario norteamericano emplazara a Saddam Hussein para que abandonara el poder, Fox decidió hablar y tomar distancia de esa acción armada.

Esa toma de posición fue muy importante tanto por la inmediatez como por su contenido, pero a la vez significa un punto de partida y no uno de culminación.

Quienes supusieron, desearon y presionaron al gobierno y al presidente Fox para que plegara su actitud a la iniciativa bélica estadounidense, quizás creyeron que con el inicio de la batalla en el Golfo, las cosas tomarían un cauce y el desenlace sería corto.

En esa consideración, se llegó a pensar que la guerra en el Golfo sería un respiro y no una complicación.

En esa dirección ahora se apuesta a una rápida incursión y aniquilamiento de las fuerzas iraquíes, la deposición de Hussein y la imposición de un gobierno ajeno a las directrices del partido Baath, gobernante desde hace décadas.

Ello, bajo esa lógica, representaría la vía corta a la estabilidad.

Pero lo ocurrido esta semana parece indicar otro curso. El bombardeo sobre distintas ciudades iraquíes, particularmente la capital Bagdad, y la masiva incursión de efectivos vía terrestre exhibió parte del poderío bélico de los aliados. Las primeras 72 horas parecían definir un trazo corto de la batalla. La intimidación aérea, la destrucción lograda con certeros bombardeos, y el avance sin resistencia por el desierto, confirmaban una batalla sin enemigo.

Aunque el primer domingo resultó adverso para la coalición. En la medida en que los blindados estadounidenses y británicos penetran territorio iraquí, conocen de la resistencia de los leales a...

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