Cobijan a Milagros ángeles de blanco

AutorJessica Castañeda

En octubre del 2002 en el vientre de Irma Alvarado apenas se advertía la presencia de Milagros.

Y aunque para su madre no haya podido ser el maravilloso espectáculo que fue para los demás, el crecimiento de la niña dentro del cuerpo de la mujer en coma, logró atraer palabras cariñosas, caricias y canciones de su familia, enfermeras y médicos.

"Nada más veíamos cómo le iba creciendo su pancita, cómo se acomodaba la niña", cuenta Lety Alemán Infante, quien cuidó a la pequeña los primeros tres días después de su nacimiento.

"Yo me sentía con mucha responsabilidad cuando supe que la iba a tener, porque era un producto muy valioso para uno y para su familia".

Todavía antes de nacer, Lety recuerda haber presenciado cómo Raquel, otra enfermera, llegaba y le cantaba a Milagros hasta canciones inventadas, mientras bañaba a su mamá.

"La bebé recibió mucha estimulación porque sabíamos que su mamá no se la podía dar, pero nosotros sí", dice Nelly Gurrola, otra de las enfermeras de cuidados intensivos del centro hospitalario.

Y mientras la niña se hacía grande Nelly cuenta cómo se le enchinaba la piel de ver la atención y el cariño con los que Pedro Rodríguez le hablaba a su esposa dormida.

"Le decía 'mijita despiértate, ya levántate, alíviate pronto porque te está esperando tu hija'", cuenta, "y yo me quería salir del cuarto para llorar, no quería que él me viera".

La ternura se apoderaba de esta mujer quien insistentemente destapaba el vientre redondo de Irma para que su esposo y madre pudieran acariciarlo.

"Yo se la descubría y la niña se movía; yo les decía 'háblenle, porque ahí está pendiente y esperando el tiempo para salir", dice.

Tanto fue el cariño de las enfermeras y médicos que Milagros ya reconocía la voz de cada uno. Sobre todo la de Chayito Espriella, a quien las demás enfermeras consideran su segunda mamá.

"Ya llegué, mamita", decía Chayito, y Milagros abría los ojos y volteaba como buscándola.

De hecho fue ella quien escogió personalmente el vestidito de cuadros rosas y la diadema que la niña usó en su salida del hospital, aunque prefirió esconderse de las cámaras y los reflectores.

El martes, día en que fue dada de alta la niña, para la enfermera, con 20 años de experiencia, era su día de descanso, por lo que el lunes, antes de irse, se despidió de ella y de su papá, a quien le encargó que persignara a la bebé todas las noches.

"Para querer a un niño no se necesita ser mamá, nada más con el cariño que le des y yo soy de las que se...

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