Claudia Ruiz Arriola/ Rehenes de la negligencia

AutorClaudia Ruiz Arriola

El pasado viernes 28 de septiembre se celebró el Día del Servidor Público en nuestro Estado, motivo por el cúal la mayoría de quienes viven de nuestros impuestos no chambearon (si es que alguna vez lo hacen). Para mí, la prolífica capacidad mexicana de crear "días" es siempre motivo de perplejidad y asombro. En unos cuántos años, a los tradicionales días del Niño, de la Madre, del Maestro, del Cartero y del Amor se les han sumado los días de la Secretaria, del Comunicador, del Adulto en Plenitud, del Policía, de las Enfermeras y por supuesto el Día del Servidor Público. Este último me deja más perpleja que los demás porque servidores -lo que se dice servidores- hay muy pocos en el ámbito público. Ahí abundan los burócratas servidos y serviles, pero no los servidores.

Porque existe una diferencia abismal entre el servidor público y el burócrata. Se llama, -¡adivinó usted!- "servicio", palabra que remite a la humana capacidad de hacer nuestras las prioridades del otro. Dicho de otra manera, un servidor público genuino es quien hace suyas las preocupaciones de la ciudadanía y busca eficientar los procesos para cumplirlas. Un servidor público cuestiona constantemente las prácticas de su labor y las sustituye por las que den mejores resultados: ¿para qué pido cinco copias si basta con tres? ¿Por qué no colgar un letrero con los requisitos del trámite para evitar que la gente haga cola sólo para preguntar? ¿Por qué no hacer turnos de comida para evitar que las ventanillas se queden desatendidas y la gente tenga que esperar? En cambio el burócrata -dice Weber- vive de la ineficacia (vuelva mañana, salió a comer, no se puede, su trámite se traspapeló); sabe que su salario depende del cumplimiento mediocre de procesos innecesarios y en muchos casos, obsoletos. Su prioridad es conservar la chamba, no atender satisfactoriamente las necesidades del ciudadano. Así, se han creado verdaderas leyendas burocráticas como la "ventanilla de recepción de documentos" que en cualquier servicio público confiable tendría que ser un buzón. Pero nadie lo dice porque el interés fundamental del burócrata es mantener el status quo y, sobre todo, no introducir cambios que a la larga resulten perjudiciales para sus intereses. La supervivencia del burócrata depende de que no se implementen mejoras en...

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