Claudia Ruiz Arriola / ¿Fin del paternalismo?

AutorClaudia Ruiz Arriola

Cuando el estrábico y extraviado Jean-Paul Charles Aymard Sartre renunció al dogmatismo que lo llevó a apadrinar causas tan indefendibles como el estalinismo o el terrorismo palestino y volvió a la senda filosófica (esa que tiene más preguntas que certezas); comenzó a hacer un examen crítico de muchas de las "verdades" propagandísticas en las que la izquierda basa su "sex appeal", y uno de los primeros dogmas de fe que el filósofo parisino puso en su mira fue el de la pobreza.

Y es que Jean-Paul sabía de sobra que cuando se habla de pobreza ni son todos los que están ni están todos los que son, pues los seres humanos en general -y los mexicanos en particular- tenemos un concepto comparativo de riqueza (si no tengo tanto como el vecino, soy pobre) y no uno real.

De ahí que Sartre postulara una sencilla regla para deslindar al verdadero pobre (merecedor de ayuda gubernamental) de los pediches que ven dinerito disponible y ponen cara de hambre a ver que les cae. Pobre -dice la regla sartreana- es quien carece de presupuesto para el ocio, pues todo su dinero y tiempo está dedicado a la subsistencia (o sea, el pobre ni tiene dinero para comprarse una televisión de plasma en abonitos Elektra, ni tiene tiempo para sentarse a ver un DVD pirata adquirido en el tianguis). Todos los que libren este criterio -según Sartre- no deben considerarse pobres sino burgueses ("Crítica de la Razón Dialéctica").

Digo esto porque 'ora que la Coneval reveló las escalofriantes cifras de la pobreza en el País, me pregunto si habrá omitido el criterio sartreano pues, de otro modo, los datos que arroja el estudio (47.8 por ciento de la población es pobre) no cuadran con el floreciente mercado de ocios que hay en este País para todos los gustos y presupuestos, y que van desde las fiestas patronales hasta espectáculos masivos populares, pasando por los consabidos festejos de 15 años, puestos de CDs y películas pirata y, los duelos de bandas que abundan en cualquier punto de la geografía nacional.

La persistencia de estos lúdicos "usos y costumbres" en tiempos de crisis nos dice que los mexicanos tenemos tiempo y dinero para el ocio y, por lo tanto, no hemos de ser tan pobres como dice la Coneval.

Y ojo que no digo esto en el afán de minimizar la pobreza en México, que es trágicamente real; lo digo en el afán de que esa pobreza (la real, la de supervivencia) se tome en serio y que los apoyos gubernamentales lleguen a quienes deben y no sigan la ilógica lógica de nuestros...

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