Claudia Ruiz Arriola / ¡Carpe Diem!

AutorClaudia Ruiz Arriola

En "Las Mil y una Noches" hay un cuento que dice más o menos así: un día en el mercado de Bagdad el jardinero de un rico mercader se topó con la Muerte. Ella lo saludó con un gesto que, al jardinero, le pareció amenazante. Asustado, el pobre hombre fue hasta su señor y le pidió un caballo para huir a la ciudad de Ispahan lo más pronto posible. Horas más tarde de la veloz huida de su sirviente, el mercader se topó también con la Muerte. No siendo un hombre supersticioso, se enfrentó a la calaca. "¿Por qué amenazaste a mi jardinero?", le increpó. A lo que la Muerte contestó, "no fue mi intención asustarlo, señor, es sólo que me sorprendió encontrarlo aquí en Bagdad cuando tengo una cita con él esta noche en Ispahan".

Esta historia me ronda la cabeza al contemplar las devastadoras escenas del maremoto en Asia y la muy comprensible indignación mundial ante la falta de un sistema de alarma que pudiese haber avisado a los pobladores de las zonas afectadas -con horas de anticipación- el desastre que se cernía sobre ellos. Ver decenas de cuerpos flotando entre escombros, como si fueran juguetes abandonados por un niño en un lodazal; o, contemplar cómo los cadáveres son empujados por un bulldozer -sin mayor ceremonia- a una fosa común, cala la conciencia. Duele. En pleno Siglo 21, decimos no sin razón, no es posible que nuestra ciencia y nuestra tecnología hayan sido impotentes para prevenir éste desastre.

Sin embargo, más allá de las alarmas y de tsunamis, lo cierto es que todos tenemos una cita con la muerte (¡apa' temita me escogí para un día de cruda!). Una cita que -como ilustra la historia del jardinero de Bagdad- no sólo es ineludible sino que puede verificarse en el lugar y el momento menos pensado: tomando el sol en una playa asiática, de 'reven' en una discoteca argentina, en nuestro escritorio, en el súper, en el tráfico. Salvo contadas excepciones, a unos pocos de nosotros les es dado saber cuántos días (¿horas?, ¿minutos?) de vida nos quedan todavía antes de tener que acudir a nuestra cita fatal. Pero si de una cosa podemos estar seguros los que vivimos, es de que nos vamos a morir algún día (o, como diría mi colega de Güémez: se está muriendo mucha gente que no se había muerto antes). Y contra eso no hay antídoto, alarma o tecnología que valga.

Por eso, más que...

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