Claudia Ruiz Arriola / Misterio teologal

AutorClaudia Ruiz Arriola

Uno de los misterios teologales más profundos de esta Ciudad es, sin duda, el éxito de la Feria Internacional del Libro. A mí, al menos, el evento que año con año atrae a miles de personas a la Expo Guadalajara me parece un prodigio menos explicable que el dogma de la Santísima Trinidad. La FIL tiene los elementos indispensables para fracasar sonoramente en una ciudad como Guadalajara: se venden unas cosas que "no sirven para nada", que "te quitan el tiempo", que no se pueden ostentar en público (como un buen abrigo de piel); cosas que si se usan hay que hacerlo en lo oscurito, cuando no hay nadie alrededor o no tenemos nada mejor qué hacer (como ir de party, al cine, al fut); artículos que son carísimos (amén de que un buen libro es mucho más barato que un boleto para el Cirque du Soleil o que un partido de futbol en el PPE de Sky) y que obligan a disimular que uno los ha usado -y no simplemente consumido- bajo pena de no parecer "nerd".

Añádanle ustedes que los libros -a diferencia de otras fuentes de entretenimiento como la TV y la radio- requieren actividad mental y esfuerzo; que leer un libro de cabo a rabo ocurre menos frecuentemente en este País que sacarse una muela; que si las ventas de libros son magras, son más escuálidas la lectura de lo comprado y la comprensión de lo leído. Si advierten que entre nosotros proliferan los libros adorno, ésos que se ven rete bonitos en la sala o en el "estudio", pero cuyo canto y páginas delatan que en su vida han sido abiertos, comenzarán a entender por qué a la FIL conviene describirla como "un prodigio envuelto en un misterio envuelto en un enigma".

Y es que si leer es mal visto entre nosotros, saber es un crimen y pensar -sobre todo pensar distinto- es el pecado capital en la Perla Tapatía.

Aquí no basta con hacer gala de esa estupidez que -Mario Vargas Llosa dixit- consiste en presumir que "lo que sé lo aprendí en la vida, no en los libros, y por eso mi cultura no es libresca sino vital" (Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, ed. Plaza y Janés). No, aquí el ideal cultural es el de la pasteurización social y la homogeneización intelectual: los liberales tapatíos quisieran que todos fueran liberales y los mochos que todos fueran mochos: basta ver el reciente "debate" sobre la beatificación de los mártires de la Cristiada que más que intercambio respetuoso de ideas es un intento mutuo de callar al rival (¡Cállese, no me interrumpa!, diría Eugenio Derbez). Los de derecha nos quieren a...

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