Claudia Ruiz Arriola / Minima moralia

AutorClaudia Ruiz Arriola

Hoy me presta el título una obra de Theodor Wiesengrund Adorno, filósofo alemán que, de haber sido asesorado por un experto en marketing gringo, habría subtitulado su publicación "Cómo preservar nuestra humanidad en la sociedad tecnológica". De haber seguido esa estrategia de venta, el libro de Adorno seguramente habría logrado figurar entre los bestsellers de la mesa de novedades de Sanborns, en vez de servir de puro ídem en los rincones de la FIL a donde sólo llegamos unos cuantos curiosos.

El caso es que con el medieval título de "Minima Moralia" o moral mínima, el libro (y mi artículo) tienen tantas posibilidades de ganarse la atención de los lectores como la rutinaria demostración de las mascarillas de oxígeno antes del despegue (ni quién pele a la sobrecargo). Y sin embargo, en el librito de Adorno está -en su más depurada forma (¡tres palabritas, tres!)- la fórmula que todos esos asiduos lectores de libros de auto ayuda, seguidores de religiones tradicionales y sectas esotéricas, filósofos morales y ecologistas andan buscando para evitar la aniquilación de la paz mental, de la raza humana y del planeta (les doy tres chances para que adivinen qué es).

No se trata de alguna religión, pues esas -con su exceso de dogmas y falta de espiritualidad característica- han salido más buenas para crear conflictos que para resolverlos; tampoco se trata de uno de esos breves y prácticos sistemas de ética en 18 tomos a los que somos tan afectos los filósofos; o de algún culto New Age en que baste seguir al gurú de moda para encontrar la iluminación interior y empezar -al más puro estilo de San Panchito de Asís- a dialogar fraternalmente con los animalitos del Señor (¿se dan?).

El remedio de Adorno para preservar nuestra humanidad en medio de la sociedad tecnológica es ni más ni menos que (tata-ta-chún ta-chún...) "aprender a fijarse" o, lo que es lo mismo, aprender a mirar (o escuchar) atentamente. En esto, y no en algún complicado decálogo o manual de buenas costumbres, consiste la moral mínima, una ética sin la cual no es posible vivir en paz ni con uno mismo, ni con los demás, ni con el planeta. Suena sencillito pero, como bien dice Goethe, no lo es: "¿qué es lo más laborioso para el hombre? Lo que parece más fácil: aprender a ver con los ojos lo que a la vista tiene".

La cosa es que mirar o escuchar atentamente -o, lo que es lo mismo, brindarle a algo o a alguien nuestra atención indivisa- exige poner pausa el multitasking al que nos somete la...

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