Claudia Ruiz Arriola / Ley mata gandalla

AutorClaudia Ruiz Arriola

Estoy convencida de que el ministro de maple (o arce) que se sacó de la manga eso de que los aztecas necesitamos visado para entrar a su muy bello país fue, en su lejana juventud, aeromozo polivalente de esos que o bien son triates, o lo mismo te los encuentras cuando vas a documentar tu maleta, cuando vas a abordar el avión y cuando llega la hora de que te sirvan una voladora merienda consistente en agua tibia y unas galletitas de cartón corrugado elaboradas en la Unión Soviética allá en las hambrunas provocadas por Stalin.

El caso es que, a su paso por México, el tal ministro seguramente invirtió más de una tarde en la ingrata labor de intentar que los mexicanos abordáramos un avión como Dios (y los cánones de la eficiencia aeronáutica) manda: ordenadamente y siguiendo las instrucciones de la autoridad.

"Pasajeros con niños o que necesiten asistencia especial favor de pasar al frente", diría el hoy ministro, y pa' pronto una decena de viejas gordas (sin niños), cuya gordura no resulta impedimento para que agandallen los primeros sitios de la fila, se le vendrían encima cual elefantes hidrofóbicos tratando de trepar al Arca de Noé.

Siguiendo su educado instinto y la política empresarial de que "el cliente siempre tiene la razón", nuestro polivalente aeromozo haría acopio de prudencia y permitiría a las ñoras abordar con tal de que no se pusieran flamencas. Tras arreglar el desmadre, y no con poco retraso, nuestro ministro en ciernes anunciaría: "Pasajeros de la fila 18 a la 34 pasen a abordar". Y obvio que los primeros en colarse al avión serían los de la fila 7, que -pa' colmo- se acomodarían en la ventanilla de la fila 3 porque atrás "la alota no deja ver nada" y además "a los de adelante les sirven calientito de cenar" (¡pobres ilusos!).

A estas shuladas, que nuestro hoy ministro se encontraría en cada vuelo, habría que añadir al metrosexual gandalla que, desafiando la normativa de "un pequeño bulto de mano por pasajero", se sube al avión con su maletota Louis Vuitton para no tener que esperar equipaje a su llegada, y otros 18 bultos igualmente elegantes que va regando por los compartimentos asignados a otros pasajeros, de tal modo que cuando aborda el estoico pasajero que teniendo derecho a abordar primero lo hizo al último, como demanda su exquisita educación, arriba de su lugar ya no encuentra espacio ni para una Blackberry.

Habiendo presenciado por años espectáculos de éstos y llegado por fin a una posición de autoridad para hacer...

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