Claudia Ruiz Arriola / La impaciencia del bien

AutorClaudia Ruiz Arriola

Solicito un minuto de silencio por el deceso de esos programas de contenido bobo y negocios publicitarios que Televisa y TV Azteca iban a concretar de habérseles aprobado la Ley de Medios cocinada al calor de la campaña presidencial del 2006. ¿Ya pasó el minuto? Ora sí: ¡que parezca fiesta!, pues en muchos sentidos el revire de la Suprema Corte a la "Ley Televisa" lo es. No voy a entretenerme en los aspectos legales o tecnológicos tratados ya por editorialistas más doctos que yo. A mí me interesa destacar el proceso por el cual se echó para atrás el banquetazo económico que se iban a dar los señores Azcárraga Jean y Salinas Pliego sin pagar un cinco. Y es que en la creación e invalidación de la Ley Televisa se reflejan las virtudes que hacen de la democracia el "menos malo de los sistemas de gobierno", según el gordo Winston Churchill.

Para empezar, la Ley de Medios estaba viciada de origen y jamás debió ser aprobada ni en tiempo ni en forma. Pero incluso aquí hay una moraleja para tantas iniciativas que llevan años congeladas en las Cámaras Legislativas: no se puede mejorar lo que no existe y, ahora la chafísima "Ley Televisa" servirá de base para una ley más inclusiva, justa y democrática (que todavía debe garantizar el acceso de los pueblos indígenas a los medios). Pero eso es sólo un misterio gozoso de este rosario de aciertos: como las jugadas futboleras que no terminan en gol porque todos hacen su chamba bien, la Ley Televisa demostró que los mexicanos ocasionalmente sabemos jugar así para beneficio del País.

De inicio queda claro que partidos y ciudadanos podemos expresar nuestras inconformidades sin violencia y hacer valer los recursos legales de impugnación sin pisotear los derechos de los demás.

El Senado amerita también palomita, pues actuó como órgano encargado de validar el trabajo de la Cámara de Diputados con la mira puesta en el interés de la Nación y no de los partidos o de un sector particular. Ovación aparte merece la Suprema Corte de Justicia de la Nación que dio su fallo con base en criterios legales pulcros, manteniendo en equilibrio la balanza donde se sopesan los derechos del individuo y los del Estado.

Sí, es cierto lo que dice Sergio Sarmiento (7 de junio): la decisión garantiza la rectoría económica del Estado, tan pasada de moda en la mayor parte del mundo, pero eso es harina de otro costal. A la SCJN no se le puede reprochar decidir con base en las leyes y el marco constitucional vigente. En realidad, la...

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