Claudia Ruiz Arriola / Debate de ética hipotética

AutorClaudia Ruiz Arriola

Una de las cosas que más molesta a un filósofo moral es la incursión en su campo de un sinfín de expertos instantáneos que, sin respeto a la primera y más clara regla de la ética (aquella que dice que la ética es para decisiones en primera persona) emiten toda suerte de opiniones sobre lo que los demás deberían hacer. Son los típicos que ante cualquier dilema moral saben de antemano cómo resolverlo y se ponen como ejemplo: "si yo fuera Oswaldo -dicen con absoluta certeza- no me iría por pura lana" (¡ja, ja!). Amén de que cualquiera que haya pasado más de dos horas en un departamento de recursos humanos sabe que esta objeción se esfumará en cuanto al susodicho le lleguen al precio, lo cierto es que ninguno de nosotros sabe cómo resolvería un dilema moral en el que no está inmerso. No por nada el Antiguo Testamento dice aquello de que "ante el arca abierta hasta el justo peca".

Porque lo cierto es que cada uno de nosotros cree saber lo que haría ante un dilema moral, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Por algo Aristóteles advertía contra la akrasia, que no es enfermedad venérea, sino esa antiquísima proclividad, entre quienes más presumen de moralidad, de hacer lo contrario a la hora buena. Y es que el filósofo moral sabe que mientras nuestras virtudes no hayan pasado el bautismo de fuego de los hechos, nuestras opiniones morales son puro prejuicio o ética hipotética: un entretenido pasatiempo que nos permite jugar a los superhéroes morales cuando juzgamos a los demás, pues sabemos que nosotros jamás tendremos que enfrentar ese problema concreto.

Este es el caso del debate sobre el aborto, hoy por hoy secuestrado por legisladores, curas y amas de casa que jamás han enfrentado esa terrible decisión. De un lado están las rábidas feministas con su "derecho a decidir sobre su cuerpo" al que convenientemente le han amputado el deber de afrontar las consecuencias de sus actos libres. Del otro lado, las "mochas" esgrimen unos principios sagrados y un amor al prójimo más teóricos que prácticos (¿cómo, si no, explicar los centenares de niños no queridos, sin hogar ni esperanza en este México "católico y cristiano" en que decimos vivir?). Y, por si este choque de matrices fuera poco, ahí están los varones que, haciendo un cómodo mutis sobre su colaboración al embarazo, opinan como si necesitáramos de su saber y razonamientos (son como esos comerciales machistas cuyo mensaje no es otro que: ¡Mr. Músculo, enséñame a limpiar la cocina, plis que soy tan...

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