Claudia Ruiz Arriola / Wu wei para inversionistas

AutorClaudia Ruiz Arriola

Dicen los taoístas que la mayor sabiduría a la que cabe aspirar es el "wu wei", término contrario al "yu wei" (no pos sí, ya me quedó clarísimo) o vano intento de someter la realidad a nuestra voluntad. Es decir, para los sabios orientales el mandato del Génesis en el que se basa la cultura occidental -aquel "someted la Tierra y enseñoreadla" del Yahvé bíblico- es la fuente de todas nuestras desgracias, pues querer que la realidad se pliegue a nuestros deseos no sólo produce efectos desastrosos sobre la Naturaleza, sino que genera estrés y sufrimiento (You güey, que te creías el rey del todo el mundo...). En contraste, el wu wei es "actuar sobre el acontecer" o, más sensishito, no oponerse a los designios de la Fortuna, si no actuar en sincronía con ella.

La recuperación de tan esotérica filosofía de vida me parece especialmente adecuada ora que, según me informan mis fuentes del Suplemento Club, en varias reuniones de gente otrora acaudalada (o sea, que el mes pasado tenía su guardadito en la Bolsa) en vez de aperitivos se sirven antidepresivos (¡Prozac en las rocas!) para olvidar los estragos producidos por el tsunami financiero que barrió con Wall Street (aplican restricciones y si no, pregúntenle a Onésimo quien, con sus 130 millones de dolarucos a $12.90 puede: o bien, hacerse santo fundando comedores de caridad para los pobres que esta crisis va a producir a manos llenas; o bien, darse el lujo de forrar en oro la "vocación cristiana" de una jerarquía eclesiástica que por doquier enseña el cobre del que están hechos sus próceres).

Lo cierto es que no se necesita ser sabio oriental para ver que le hemos dado al dinero y a su generación una importancia inusitada (al grado de que, sin lana, algun@s ya quieren deshacerse del cónyuge o hacer check out existencial anticipado), sin darnos cuenta que hay en el mundo mil cosas más importantes que el dinero (el problema -dice Groucho Marx- es que todas ellas son carísimas).

Sin saber cómo, ni a qué horas, nos hemos vuelto lo que Karl Polanyi llama el "proletariado del consumo" que no es una clase social, sino una sociedad de almas empobrecidas, seres incapaces de entender nuestra existencia y felicidad en términos ajenos a la producción y consumo del mercado ("La Gran Transformación", Ed. La Piqueta).

Nadie niega que el dinero sea importante en los tiempos que corren, lo que pasa es que la creación de una economía sustentable a nivel personal o nacional no radica en producir más bienes sino en...

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